Francisco Massiani
Francisco Massiani (Caracas, 1944), ha ganado, con El otoño de los carapálidas y otros relatos, el Primer Premio del Segundo Concurso Literario Madre Perla auspiciado por el Fondo para el Desarrollo del Estado Nueva Esparta de Venezuela. El jurado estaba integrado por Salvador Garmendia, Manuel Bermúdez y Denzil Romero.
Según el acta, se concede el galardón al libro de Massiani porque se «trata de un conjunto de narraciones breves realizadas con certera precisión, donde la materia narrativa con su carácter esencialmente caótico se vuelve orden de la palabra, composición sintáctica, fluido transcurrir, causa y efecto. Son textos desgarradores, existenciales y lúcidos que alcanzan a aplacar la insatisfacción humana»
Pintor y músico, Massiani es uno de los grandes narradores del vecino país. Entre sus novelas figuran Piedra de Mar y Los tres mandamientos de Mr. Doc Fonegal. También ha publicado los libros de cuentos Las primeras hojas de la noche y El Llanero Solitario tiene la cabeza pelada como un cepillo de dientes, todos editados por Monte Ávila de Caracas, donde vive el escritor.
Primero fue pintor...
Todos los niños pintan y hay un momento en que dejan de hacerlo, cuando llegan al colegio… Pero en mi caso, yo nunca he interrumpido el trabajo con la pintura. En cambio, comencé a escribir mas tarde, como a los catorce años, de la forma más extraña; yo estaba en el cuarto, me sentía sumamente deprimido, entonces me metí en la biblioteca de papá a escribir un poema. En realidad no sabía que estaba escribiendo un poema, ni nada, pero fue una cosa compulsiva. Verdad, no tenía la intención de escribirlo ni mucho menos. Entonces comencé a escribir poemas y relatos fantásticos, que sé yo, pero todo esto en una forma clandestina, porque me daba vergüenza hacerlo, que me pillaran haciendo cuentos. Me parecía el colmo de la ridiculez que uno estuviera en ese plan, sobre todo porque mi papá es escritor. Entonces, claro, me daba pena, porque sospechaba que todo eso estaba muy mal y después seguí haciéndolo también...
Fue su padre quien le invitó a escribir?
En absoluto, en lo más mínimo. Lo que sí me estimuló enormemente fue el asunto de la pintura. El se dio cuenta que no solamente yo pintaba, como pintan los niños, sino que tenía una gran preocupación por la pintura y me pasaba dibujando, no ya casitas y pendejadas de esas, sino que me gustaba dibujar pinturas humanas. Entonces se la pasaba llevándome a exposiciones. En ese sentido me estaba estimulando permanentemente a que continuara pintando, me mostraba pinturas, me presentaba pintores. Yo era muy amigo de mi padre cuando estaba niño, y lo sigo siendo; él me llevaba charlas con sus amigos, casi todos pintores, escritores, periodistas, y me sentaba en una mesa y me daban un sándwich con una Coca-Cola, y yo estaba muy pendiente de todo lo que esta gente hablaba y discutía. De esos amigos de mi padre recuerdo en especial a Manuel Rojas, cuando estábamos en Chile. Me impresionó mucho conocerlo. También a Joaquín Edwards Bello, autor de una novela muy bella, por cierto, que se llama Valparaíso Puerto de Fantasmas, era sobre todo cronista, excelente cronista y hombre muy arbitrario y formidable.
También es músico...
Yo estudié acordeón. Mi padre se empeñó en que yo tenía que estudiar acordeón en vez de la flauta que es más cómoda, más práctica, más liviana. Entonces yo tenía que cargar con un acordeón para arriba y para abajo. Desarrollé una gran fortaleza en el brazo derecho para cargar con el maletín ese, porque el profesor era tan loco que consideraba que cada alumno tenía que llevar el acordeón para la clase. Mi papá me compró no un acordeoncito sino un acordeonzote y pasaba muchos trabajos cargando aquella maleta en un troley, tumbando a todo el mundo, despellejando a las mujeres, eso era atroz; el maestro me daba teoría y solfeo, pero lo que hacia el desgraciado era decirme: trata de tocar algo y me ponía un pentagrama. Piano no estudié sino a los diez y seis años más o menos, porque había un piano de una tía mía. En el acordeón tienes tú el teclado en la mano derecha y los botones en la izquierda. Entonces tocaba con la mano derecha y poco a poco fui metiendo los deditos en la mano izquierda...
Hablemos de Piedra de mar...
La historia de Piedra de Mar es muy sencilla. Simón Alberto Consalvi creo la editorial Monte Avila, la primera gran editorial que va a tener el país, con todas las características de una empresa moderna: te pagan, tu publicas, te distribuyen tus libros, una editorial que ha logrado no reducirse al país, sino abrirse un poco hacia el extranjero y promover nuestros escritores fuera de las fronteras. Entonces me preguntó si yo tengo algo para publicar. Yo había ya publicado cuentos en revistas: uno que se llamaba La muerte del sol y Fiesta de campo, muy influida por Hemingway. Entonces le dije que si, pero en el momento en que yo estoy hablando con él, y le digo que sí tengo una novela, vi Piedra de mar y comencé a contársela un poco: la historia de un muchacho, un aprendiz, un principiante de escritor que para excusar sus fracasos en los estudios frente a la novia que le gusta decide escribir una novela, —pero eso lo estoy viendo yo, se lo repito mientras estoy hablando con él—, cuando terminé de hablar salí corriendo a mi casa y comencé a escribir Piedra de mar, yo pensaba que iba a terminarla en tres meses pero me quitó como un año y medio
Está influida, supongo, por todas esas lecturas que uno hace, un poco Tom Sawyer, de ese viejo formidable Mark Twain, que realmente es extraordinario, pero no solo por Tom Sawyer sino por una cantidad de novelas y cuentos de escritores europeos, sobre todo Pavece y Camus y Sartre y Simone de Beauvoir y toda esa mafia francesa..
Más que autobiografía, en Piedra de mar hay imaginación...
Eso está muy bien, eso se ha dicho incluso en los trabajos que se han hecho sobre Piedra de mar… siempre se habla de la cuestión autobiográfica, que es casi una novela confesional… Lo autobiográfico son los pensamientos, las emociones que experimenta el muchacho, el lenguaje que utiliza en ese momento, pero la parte anecdótica es absolutamente imaginaria, sólo que, en efecto, están vinculadas a una cantidad de cosas que a mí me sucedían en aquella época pero son imaginarias, además jamás en mi vida me monté yo por una ventana a despertar una muchacha, son pendejadas inventadas por mí, pero que necesitaba de esas situaciones para llegar a otras…
Pasemos a Los Tres mandamientos de Mr. Doc Fonnegal…
En Mr. Doc Fonnegal hay el propósito de hacer una novela con las situaciones más tontas, más idiotas de lo cotidiano, las costumbres más necias, más chiquiticas, menos importantes, pero siempre procurando que esas cosas pequeñas, elementales, sencillas, como encender un cigarrillo o caerse de una escalera, permitan reflejar una cantidad de preocupaciones del hombre actual, del hombre de nuestro tiempo, con un lenguaje sencillo…
Un mundo absurdo…
Sí, el hecho de que a un hombre se le destruya la vida por subir un gallo en una casa es absolutamente absurdo, pero es absolutamente cierto, sobre todo muy cierto. ¿Quién es éste hombre Mr. Doc Fonnegal? Es uno que ha logrado hacer una fortuna y que justamente esa fortuna termina por destruirlo como hombre y transformarlo en un ser solitario. Entonces qué ocurre? Tengo la tesis de que los sueños se adelantan a la vida; usted debe haberlo experimentado alguna vez, por eso es peligroso soñar, en el sentido de no confesarse a sí mismo, lo que uno realmente desea en la vida, porque esos propósitos muy informes se cumplen, los sueños se adelantan siempre a la vida del hombre, si usted sueña con tener una bicicleta y es un sueño muy firme, lo más probable es que llegues a tener la bicicleta, quizás tardíamente, cuando estés muy viejo y ya no puedas montarte en ella, ahora lo más probable es que no soñaras con tener una bicicleta, sueñas con ella porque te gustaba una novia y querías pasear con ella o que ella te viera en la bicicleta, entonces al señor Fonnegal le sucede un poco éste problema, él no deseaba subir un gallo en su casa, ni mucho menos, él lo que deseaba era complacer de algún modo el aburrido corazón de su mujer...
Usted es un adicto al alcohol...
Mi vida ha estado unida al alcohol por mi apetito de Dios. Es verdad que los sacerdotes consagran el vino. Dios también se toma su copita de vez en cuando. Jesús convirtió el agua en vino y yo convierto la bebida en cuentos. La primera cerveza que me tomé no me gustó. Venía de un partido de fútbol. Cuando me casé y me divorcié inicié mi comercio con el licor. Nunca más me volví a casar porque un escritor no puede estar atado a nada. Tengo un gran respeto por el amor y tengo una lucha constante no contra el licor sino con las palabras y las injusticias. Si veo a un anciano desprotegido o a un perro que es atropellado, todo eso me revienta..