Luis Fayad
La primera novela de Luis Fayad, Los parientes de Ester (1978), constituye una referencia obligada de la novela colombiana contemporánea. Con ella resolvió muchos de los interrogantes que los lectores se planteaban sobre la inexistencia, entre nosotros, de la llamada novela urbana. Con una prosa precisa y unos personajes bien delineados, Fayad creó una nueva mirada sobre Bogotá y sus habitantes a través del drama vital de una clase media que pierde sus dias esperando ganar la loteria o conseguir un empleo. Una novela sobre la pauperizacion de nuestras clases medias.
Pero si en Los Parientes de Ester y Compañeros de viaje (1991), hace un retrato del presente, en La caída de los puntos cardinales (2001) indaga en la historia. Con un lenguaje poético que va dosificando la égida de sus personajes, nos lleva desde el Libano hasta la Colombia de comienzos de siglo, con su Guerra de los Mil días, la separación de Panamá, la masacre de las bananeras, las luchas de los sindicalistas de los años treintas, la navegación por el río de la Magdalena y una Santa Fe de poetas parnasianos y burdeles de barrio, en medio de una violenta sociedad que los destruye y corrompe. Escrita usando la técnica del flash back, el narrador intercambia los tiempos de la memoria mientras narra el viaje de Yanira, Dahmar, los hermanos Kadalani y la vida y milagros de Muhamed Ibn Muhamedin, un herrero anarquista de Beirut que se hace curandero en las selvas colombianas, militante de los ejércitos de Uribe, se enamora de una mujer de mala vida y una mañana la encuentra muerta de tuberculosis para siempre.
Luis Fayad nació en Bogotá en 1945. Hace mas de un cuarto de siglo vive fuera de Colombia, primero en Barcelona y luego en Berlin. Otros de sus libros son Olor de Lluvia 1974; Una Lección de Vida 1984; La Carta del Futuro y el Regreso de los Ecos 1993 y Un Espejo después y Otros Relatos 1995. Ha traducido también una antología de poemas de Heinrich Heine.
Los parientes de Ester, su primera novela, fue publicada en 1978. ¿Ha vuelto a leerla? ¿Qué piensa de ella ahora?
Los años que han pasado desde la aparición de “Los parientes de Ester” me han distanciado de ella, y a voluntad yo he aumentado la distancia. Creo que es mejor procurar olvidarse de los libros publicados para que el vacío traiga nuevos temas y la estructura con su lenguaje para desarrollarlos. En la valoración de “Los parientes de Ester” me interesa la que pueda darle la nueva generación de lectores y de escritores. Pero debo confesar que sin advertirlo, en los diversos modos de buscar un nuevo libro o un nuevo escrito, busco las claves en esta novela. Cuando caigo en cuenta del procedimiento lo rechazo y me siento mejor al quedarme en el punto de partida. Por lo general me comporto como si yo no fuera el autor de esa novela sino un autor que persigue crear una obra distinta. Para valorarla adopto los comentarios de los lectores que sólo quieren leerla, los de los colegas que hablan de un cambio en el tono y en los asuntos hasta entonces tratados en la narrativa colombiana, los de los especialistas que incluyen sus análisis en libros de estudio en los que mi novela sale bien librada al lado de análisis de otras novelas, y comparto, porque esa fue mi intención al escribirla, las anotaciones de un amigo sobre la atención que mantiene el argumento y su desarrollo claro.
Entre aquella su primera novela y la que acaba de publicar el año pasado hay mas de veinte años de diferencia. ¿Cómo explica tanta demora en publicar?
En el tiempo que separa la aparición de mi primera novela y “La caída de los puntos cardinales” he publicado otros libros, entre ellos la novela “Compañeros de viaje”, relatos y cuentos. No son muchos, los que tienen que ser, los que me permite el tiempo que necesito antes de decidirme a publicarlos. Para aclarar este punto me sirven los relatos “La carta del futuro” y “El regreso de los ecos”. El trabajo que les dediqué y el esfuerzo final en su redacción fueron los que requiere una novela. De hecho los dos tienen una estructura compleja marcada por diferentes tiempos que se alternan, pero justo la atención que les puse fue para librarlos de complicaciones y capítulos recargados. Ambos relatos tienen la estructura que haría posible llamarlos novela, pero la extensión señala el género con conceptos arbitrarios. En un comienzo cada relato tenía más de las cincuenta páginas que ahora tiene, y yo hubiera podido agregarle otras para convertirlo en una novela de al menos cien páginas. Un truco del que después me hubiera arrepentido. En vez de aumentarle la extensión la disminuí, así lo pedían el tema y la forma que me dieron el tono para escribir cada relato. Por eso se necesita bastante tiempo para dar por terminado un libro, hay que localizar las palabras y los párrafos que lo alargan sin necesidad.
También he comprobado que la distancia ayuda a concebir los temas con una postura diferente. Y hay que pensar en dos clases de distancia. La que lo separa a uno de los escenarios de la narración, esa lejanía que agudiza la visión del objeto, y la que lo separa a uno en el tiempo, el paso de los años que madura el conocimiento y domina los sentimientos. El dato aparece más preciso y se encuentra el tono para comunicar las sensaciones.ç
Usted es uno de los pocos escritores colombianos que no hacen parte de las llamadas roscas literario políticas. ¿Es una postura ética o solamente es causada por su prolongada ausencia del país?
Para distanciarse del país, de la participación en su vida cotidiana y en sus compromisos y relaciones políticas y sociales no es necesario viajar a otros países, como tampoco nada garantiza que vivir en el país da un conocimiento más cercano de su cultura. En mi caso, las circunstancias me han llevado a vivir en el extranjero. Mi primera salida no tuvo más causa que el deseo de vivir un rato afuera de Colombia y vivir un rato en París. Las circunstancias, la búsqueda de trabajo o de editor, me llevaron después a vivir en cuatro países europeos. La postura ética no cuenta en mi caso. Siempre tengo deseos y necesidad de viajar a Colombia. A veces logro visitar con frecuencia mi país y experimento una sensación nueva que me hace creer que estoy radicado en mi país y viajo al exterior. Y también como novedad he descubierto que soy el mismo que salió por primera vez hace muchos años, pues afuera, como en los años anteriores, me distancio de lo que no representa un estímulo y conservo con la misma claridad los conocimientos, opiniones y experiencias que me convienen.
La caída de los puntos cardinales es una parábola del incierto destino de la aventura, pero también medio siglo de historia colombiana a traves de un grupo de personajes...
Desde mediados del siglo XIX las migraciones de un país a otro y de un continente a otro son la característica de las relaciones humanas en el mundo. La migración de libaneses fue la más grande en Centro y Suramérica en el siglo XX y una de las más significativas entre todas las que se dieron de un país a otro. Su importancia ofrecía el tema y yo me valí de las historias que me habían llegado de modo oral a través de mis parientes mayores, pero procuré (esta vez, pues otras veces considero lo contrario como el fin de la literatura actual) no quedarme en una historia personal. Las migraciones tienen características que las identifican, como la libanesa que se asemeja a las demás en que fue provocada por la presencia perjudicial de fuerzas extranjeras en la región y por sus propias luchas internas. Aunque yo no hubiera sido descendiente de libaneses, creo que me hubiera valido de los mismos elementos para escribirla y creo que en la misma medida que se refleja en “La caída de los puntos cardinales” hubiera reflejado mi propia historia: la de los colombianos en la actualidad, pese a que yo salí por propia decisión, nadie me amenazó y nunca he hecho solicitudes de asilo. Triste, empiezo a pertenecer a la minoría de una situación que mantiene a nuestro país en un estado de terror, decadencia y atraso.
¿Qué investigaciones hizo para escribir esta novela?
Para ampliar mis conocimientos de la vida en el Líbano, puesto que la primera parte de mi novela transcurre en ese país y en el barco en que viajaron mis personajes, me relacioné con los libaneses recién salidos del Líbano y radicados en Europa, sobre todo en Berlín. Con su charla ellos completaron mi información sobre las costumbres y la relación de las comunidades religiosas en su país, los momentos en que esas buenas relaciones empezaron a deteriorarse y las causas de la partida de su tierra. Cada relato que oía me introducía en el ámbito que necesitaba y me permitía escribir familiarizado con el argumento, los personajes y el idioma árabe. Me inicié en el aprendizaje del idioma árabe para darle a mi idioma su entonación y sus expresiones principales, que señalan el trato entre las personas. Durante mis viajes a Colombia y a través del correo accedí a diversos documentos, entre ellos certificados de nacimiento, de matrimonio y de defunción, y mediante largas conversaciones personales y telefónicas refresqué los recuerdos y aclaré las referencias sobre la moneda, los objetos en metales valiosos y otras pertenencias que traían los emigrantes. Cuando yo era niño todavía se veían en las casas de algunas familias libanesas en Colombia, de acuerdo a su poder de adquisición, objetos como arras de oro, narguiles, tarbuches, bastones.
Investigué la historia de Colombia, los momentos representativos de sus cambios y las causas que impidieron transformaciones urgentes, repasé la geografía y me enteré de los medios de transporte en cada época, del funcionamiento de los puertos en la Costa Atlántica desde su creación, de las condiciones de los viajes en barco de Oriente y Europa hasta nuestro continente, del procedimiento de las aduanas y los requisitos de entrada a los extranjeros. Para el viaje en vapor de la Costa Atlántica a la ciudad de Honda y para el trayecto de Honda a Bogotá, recordé la novela “La otra raya del tigre” de Pedro Gómez Valderrama, y miré grabados. La lectura y la observación visual llenaron los vacíos de las experiencias vitales que yo había adquirido de niño. Fue una enseñanza que me llegó con la inspiración necesaria para reproducirla más allá de la investigación, no como la sabía sino como la sentía.
¿Qué relación hay entre su desarraigo personal y el desarraigo de los personajes de su novela?
Las circunstancias de los emigrantes de mi última novela son diferentes a las que dieron origen a mi viaje, y sin embargo hay semejanzas, las nuevas sensaciones de las personas que viven en el exterior ejercen cambios parecidos en cada una. Las sensaciones que yo fui adquiriendo fueron de gran utilidad para la redacción de mi novela, me sentí con autoridad de atribuírselas a los personajes, de ir más allá de nociones elementales y expresar con alusiones visuales sus nuevas dependencias y el poder que tuvieron en el cambio de su vida interior. Al final las causas del viaje pierden importancia y es más contundente la influencia que uno recibe cuando piensa desde lejos en el lugar donde nació y se crió. El recuerdo es una de las maneras de luchar contra el desarraigo, de querer recobrarlo todo y desear con angustia volver a tener lo que ni siquiera se tuvo. No es raro que después de muchos años, el desarraigo haga inútil el esfuerzo de luchar en su contra. Yo lo combato con la literatura. Para escribir necesito de los recuerdos y para comprobar que todavía son ciertos debo estar en comunicación con mi país. No es posible dejar pausas que creen vacíos. Necesito oír la voz de la gente que habla como yo, con el mismo acento e igual construcción de la frase, reconocer esa sintaxis y sus modulaciones de tono y sus errores gramaticales y sentirlos hasta poder decir “así hablo yo” y no “así hablaba yo”.
¿Se conoce en Alemania la literatura colombiana reciente?
La literatura colombiana y la latinoamericana en general hacen parte del interés cultural de Europa. La atención fue menor cuando se presentó el hecho histórico llamado “la caída del muro”. Entonces se habló de apertura, y las editoriales crearon nuevas colecciones para los escritores de Europa Oriental que tenían dificultades para publicar y ser traducidos, y para escritores más jóvenes que empezaban su oficio en esos momentos. Ellos tuvieron suerte y los lectores también. Empezaron a conocer mejor una literatura hasta entonces semioculta y a descubrir su alta calidad, y creo que la promoción que se le hizo no ha dejado desilusiones.
La nueva literatura colombiana se conoce en Alemania y en el idioma alemán más que nada por las antologías de cuentos. Hay algo traducido de poesía. Falta traducir novelas y a mi parecer muchas lo merecen. No lo digo por mí que he sido traducido y tengo otros dos libros que esperan turno. De acuerdo a lo que conozco sobre el gusto del público lector alemán, las novelas colombianas serían bien recibidas en esta lengua. Yo asistí en la ciudad de Rostock al lanzamiento de una antología de cuentos colombianos, y como era el único autor incluido en el libro que se encontraba en la sala, la mujer encargada de las palabras de inauguración me dirigió algunas miradas mientras decía que “ustedes los escritores colombianos como los demás latinoamericanos demuestran que si escriben es porque tienen algo que contar y lo cuentan con claridad, uno se siente satisfecho, no queda la impresión de que lo están engañando con juego de palabras, lo de ustedes tiene sentido”. No ha sido la única vez que he escuchado palabras elogiosas para los cuentos colombianos y lo mismo se diría de la poesía y la novela. Satisfecho el gusto por la literatura de Europa Oriental, que se sigue distribuyendo bien, vuelve a haber un ambiente propicio para recibir la nueva literatura de otros continentes. Para nosotros hay un espacio que puede ganarse. En los últimos años los costos de traducción se han elevado y se han convertido en un impedimento. Conozco libros colombianos que todavía esperan una respuesta porque el editor no quiere invertir en gastos de traducción al lado de los de edición y de autor. Hay países que promueven a sus autores financiando la traducción de sus libros. Es posible que con una iniciativa cultural desde Colombia se traduzcan los libros al alemán y a otras lenguas y se distribuyan en la suya propia.