Paul Bowles
El verano pasado fui por una semana a Tánger. ¿Mi propósito? Conversar un rato con Paul Bowles (New York, 1912-1999), un santo contemporáneo que recibe en el Immeuble Itesa, lugar donde vive el iluminado. Entre las gente que veo entrar a su casa están Helen Strauss, Eduardo Urculo y Bernardo Bertolucci, a quien no veía desde 1978, luego de una tremenda curda en el Harry´s Bar de Venecia.
Paul Bowles va a cumplir ochenta y dos y varios de los visitantes quieren hacer una parranda mundial, a lo cual se opone con amabilidades el interesado. Bowles viste pantalón azul de algodón y una chaqueta amarilla cerrada hasta el cuello de tortuga que lleva debajo. Al lado izquierdo de la chaqueta un inmenso bolsillo que parece más una adherencia nefanda, y sobre todo ello una bata de seda de medio cuerpo con una figura preciosa de un mandala tibetano rojo y gualda.
Le pregunto qué pone en el inmenso bolsillo y me muestra un racimo de tarjetas que han dejado los visitantes en las últimas semanas y que guarda para tener a mano y no olvidar nombres y datos.
Me pregunta de donde soy y le digo que de Colombia. Me mira un poco asombrado y ahora quiere saber qué hago, le digo que soy profesor universitario y entonces se sienta a mi lado sobre la escalera que da a la terraza de su casa y nos quedamos conversando un buen rato, yo encantado de la vida con este anciano que en ciertos momentos de la conversación y por el brillo de los ojos y lo picante de la lengua, me recuerda a Jorge Child, el endemoniado santo de la Colina de los Andes en Santa Fe de Bogotá.
Paul Bowles ha publicado numerosas novelas, varias de ellas traducidas al español como El cielo protector (1949), Déjala que caiga (1952), La casa de la araña (1955), La tierra caliente (1966) y Muy lejos de casa (1992).
Vive en Tánger desde 1931...
-Para mí el Sahara es el lugar más bello del mundo, precisamente porque no hay nada. El cielo tiene luz, pero no es verdad, no esta allí, sólo está la noche, siempre. Lo que más me impresiono de Tánger cuando vine por primera vez fue una ciudad en la que pasaban cosas constantemente y donde la hechicería horadaba sus túneles invisibles en todas direcciones. Pero eso era antes. Ahora ya no hay nadie aquí. Hay mucha gente, pero no hay nadie. Tánger ya no existe, está arruinado, podrido, corrupto, no queda nada.
Esa misma depresión ofrece Bogotá algunas tardes depresivas...
- Mi amigo Truman Capote fue a la capital de su país en varias ocasiones, creo que una vez al menos con Pepe Carleton, y se divertía mucho, aun cuando me decía que le causaba repulsión la hipocresía de los colombianos. A Truman le encantaban las drogas y muchas veces con algunos cachorros de la clase alta, aficionados a los estupefacientes y el sexo opuesto, se fueron a preciosas haciendas de la región y a Capote le asombraba luego ver a los padres y los hijos que habían estado con él, escribiendo o asistiendo a actos contra las drogas. Truman decía que los muchachos de Bogotá son inolvidables, pobres pero llenos de imaginación, además con un hambre sexual que ni siquiera hay hoy en Marruecos. Otra cosa que fascinaba a Capote era lo expertas que son algunas damas en Bogotá para el ejercicio de la fellatio romanis senex, pero no creo que usted tenga interés en hablar de eso...
A mí me interesó mucho oír a Capote, pero ahora con la ciática y los dolores de espalda lo único que puedo hacer es tomar té y fumarme un cigarrito de kif... Disfruto con las buenas comidas y con un buen sueño, la buena comida no existe en Tánger, pero yo como en casa, y lo que yo llamo buena comida es lo que no me indigesta...
Olvida que ha viajado mucho...
-Sí, he conocido a mucha gente; pero todos conocemos a mucha gente. Cómo saber quién es un amigo de verdad y quién no lo es. La gente cambia y qué es un amigo es una pregunta demasiado difícil. Las mujeres hacen cambiar mucho a los hombres que carecen de carácter, y mientras están cerca de hombres que pueden explotar se comportan como amigos y se dicen amigos; no sé por qué, pero tengo la impresión de que muchas gentes que estudian arquitectura son de ese tipo de hombres y mujeres que hablo. Son muy solapados y ambiciosos, hipócritas, llorones y pegados a las bragas de mujeres mayores que ellos. Yo tuve, creo, buenos amigos, Tenesse Williams fue uno de ellos, le hice la música para varias de sus obras, trabajamos juntos con Visconti y viajamos mucho. Tennesse era muy divertido, tenía miedo a morir, siempre tenía mucho miedo. Otros que he querido mucho son a Capote y Gore Vidal, que gustaba mucho de molestar a la gente.
Orson Welles fue también mi amigo, hice tres obras con él, lo admiré mucho a pesar de su egoísmo extremo. A John Huston lo quise mucho. Por aquí han pasado tantas gentes, no vaya a creer, Alvarado que sólo a usted se le ha ocurrido venir a Tánger a verme, aquí han venido a dar con sus huesos Sartre, Jean Genet, Ian Fleming, Los Beatles, Allen Ginsberg...
Le acabo de oír a Bertolucci que La tierra caliente la iba usted a firmar con seudónimo...
- No quería emplear mi verdadero nombre porque creo que esta novela es distinta a las otras que he escrito. Mi agente, sin embargo, me obligó a firmarla. No creo en los géneros, una novela es una novela, se le puede llamar sicológica, política o lo que sea, pero sobre todo es buena o es mala. Es cierto que La tierra caliente parece más una novela negra, como las que escribe mi amiga Patricia Higsmith. Con ese personaje Ripely, tan fantástico que llega, comete sus crímenes y nunca lo cogen, nunca nadie sabe nada. Me sigue gustando La tierra caliente porque creo que es la mejor escrita, quiero decir si se la lee en inglés. Yo estoy convencido de que en la literatura lo de menos es el tema, lo importante es la forma de expresarlo. Cuantas veces la he releído creo que es superior a las demás que he escrito.
Rey Rosa hablaba hace un momento de su esposa...
- Si, a él le encanta hacerme viajar por el pasado, Jane y yo nos casamos en 1938 y nos separamos en 1973, cuando ella murió destrozada por la tristeza y la locura en un hospital de Málaga. Vivimos juntos pero separados. Jane tuvo unas cuantas relaciones homosexuales, pero eso no era suficiente para que yo dejara de quererla, Jane era muy apasionada y alguna vez incluso se enamoró de una criada que teníamos, Cherifa, y no ha faltado quien diga por ahí que ella la mató por celos.
El amor es siempre doloroso, no comprendo cómo dicen que el amor puede ofrecer paz, el amor es una guerra. Es algo muy peligroso que no merece la pena intentar. Tal vez uno no quiera estar solo en el mundo, pero eso de que para no estar solo hay que amar a alguien, eso es una solemne mentira. Además, las mujeres no están hechas para amar sino para fornicar, y cuando confunden las ganas de hacer el amor con lo que algunos occidentales llamar amar, las cosas pasan de castaño a oscuro.
Lo mejor es quedarse en el plano de la amistad y de vez en cuando, si se quiere, hacer unos ejercicios de gimnasia sexual juntos, pero sin mezclarle a eso amores o cosas parecidas...
No vaya a escribir esto, por favor, no estoy seguro de lo que digo, más bien esas palabras delatan mi carácter, hablan de mi...
Por lo que dice, la vida no ha sido grata con usted. Además, la mayoría de sus parejas terminan separándose.
- Eso es realismo. La vida puede ser muy cruel, las personas que quieren estar juntas tienen que estar preparadas para la separación que vendrá inevitable. Ahí está la muerte, es muy difícil morir los dos juntos. La vida me ha parecido a mí muchas veces cruel, pero no puedo decir en general que la vida lo sea. La vida es lago peor, es nada, es lo que es. No se le pueden atribuir cualidades. Volviendo a los personajes de mis novelas, yo no tomo partido por ellos ni existo dentro de ellos. Si alguno de mis personajes hace esto o aquello quizás resulta que ciertamente eso es lo que yo no quiero hacer. En las novelas, como en la vida, muchas veces lo malo es igual que lo bueno.
Usted participó de la cultura de los sesenta, del rock, el hippismo, los beat...
- Tengo nostalgia de ese tiempo, pero real nostalgia tengo es de mi niñez, no extraño nada del mundo exterior. Ahora que voy a cumplir ochenta y dos, que tengo menos posibilidades de gozar la vida, es normal. Un niño es libre, sale, ve el sol, las flores, y puede respirar plenamente. El niño tiene la impresión de que el mundo es maravilloso, no tiene miedo, es un inocente. Pero tampoco creo que la vida de un niño sea un paraíso, porque los niños sufren mucho, a veces más que los adultos. Los niños sienten todo mucho más y gozan más. Y también es cierto que un hombre viejo como yo sale a la calle y lo atacan los dolores, no es interesante así la vida.
Pero sale todos los días...
- Es verdad, salgo todos los días para hacer la compra, si me quedo mucho tiempo en casa tengo la sensación de que el día no ha pasado y si eso sucede creo no haber vivido, que me han quitado un día. Saliendo agrego algo a mi vida, creo algo, salir a hacer la compra es como escribir unas notas de música...
¿Escribe también todos los días?
- Claro que sí. Y aún cuando no lo diga a voces me gusta escribir, saber que estoy añadiendo algo a lo que he hecho ayer, y cuando estoy ya harto de escribir me pongo a componer música, pero hacer música me cansa mucho...