Entre París e Irún
Después de años de exilio,
—sin documentos—
una pareja de vascos deseaba
morir en las fronteras.
La ruina del cuerpo, la ceguera,
las manos torpes, los trajes derruidos
les impidieron dejar el país
que había consumido
—como madera que arde en un hogar—
el vigor y las fuerzas de su vida.
En un rincón del más largo tren
que hayas visitado
una pareja de ancianos moría de ansiedad.
No hablaban ya su lengua,
no entendían el ritmo de vuestras vidas.
Venían de un pasado, entre dos guerras,
campos de concentración, invasiones
y venta de brazos al mejor postor.
Entre París e Irùn
quedaron la cenizas que guardabas
de aquello conocido —entre nosotros—
como esperanza.