F.K. llega a N.Y.
Al llegar abriría la puerta
de un mundo desconocido.
Brooklyn de viejas casas rojas,
judíos con bonetes, guedejas, grasa,
incendios y negros de las Islas Occidentales.
Allí llegaste, querido F.K.,
pero allí no te quedaste.
Elegiste un mejor lugar
donde nada es mentira y nada es verdad.
Era el mejor lugar del mundo
hasta aquella mañana que tu madre,
muerta en Praga,
vino con su hermana y su hija.
F.K., nada cambia
si, como decían,
tu no cierras la boca
mientras abres la puerta.