Junio 14 de 1986
En Ginebra,
donde conociste la felicidad
has muerto, esta vez para siempre.
Alcanzaste a saber
que nada permanece y que con el tiempo,
el otro, que redactó páginas que llevamos en la memoria,
también será alimento del olvido.
Dios no hubo en ti
pero fuiste patria de muchos
haciendo felices las horas
de hombres y mujeres que habitaron
un siglo perverso.
En Ginebra o Cambridge conversas
con un joven
frente a otro lago, durante la guerra
que te arrancó la esperanza del corazón.
Tú, que levantaste una fábrica de palabras
y la diste al eco de las bibliotecas.