Objetos
Los hombres, querido mío,
son otros tantos objetos de nuestra voluntad.
Nos sirven,
y una vez llenos de mi sabor de hielo,
gastados, viejos, ciegos o sordos,
los vamos arrojando
al cesto de hojas secas
al cementerio de automóviles
al campo de concentración
o los cambiamos a nuestros aliados
o enemigos
por otros objetos.
¡Los hombres, querido mío!