Acomiztli Nezahualcóyotl
El día Ce mázatl del año Ce tochtli o 1 Venado del 1 Conejo o 28 de abril de 1402, nació en Tezcoco, capital del reino de Acolhuacán Acomiztli Nezahualcóyotl, uno de los grandes poetas del mundo azteca. Sus padres eran señores y descendientes de señores de Tezcoco y México‑ Tenochtitlan. Fue educado por el filósofo Hiutzilihultzin, uno de los más notables de su tiempo. En 1414, su padre, Ixtilxóchitl, temiendo que pudieran asesinarle y el reino quedar sin sucesor, ordenó la investidura de Nezahualcóyotl, de doce años, como señor de Acolhuacán. Tezozómoc tiranizaba entonces el país de los chichimecas y el poeta‑príncipe debía rescatar sus tierras de las manos del enemigo tradicional de su padre. Durante diez años tuvo que vivir huyendo, de Tlaxcala a Chalco, en las propiedades de sus parientes. Pero entre 1420 y 1426, entre los dieciocho y los veinticuatro años, disfrutó de tranquilidad en Tenochtitlan y Texcoco, completando su educación y adiestramiento militar e iniciando la composición de su obra. En 1431, luego de la muerte de su enemigo y de vencer a sus hijos, Nezahualcóyotl fue jurado señor de Texcoco, mediante un rito que incluía ofrendas a Tezcatlipoca. Según Fernando de Alva Ixtlixóchitl (Historia chichimeca, 1891‑92), su nieto, mató por su mano a 12 reyes, participó en 30 batallas, sujetó a 44 reinos, nombró generales a 43 de sus hijos y al 44 lo mató por belicoso y soberbio. Reunió a todos los sabios y filósofos de su tiempo y alcanzó a saber que habría un solo Dios verdadero, al que llamó «Tloque Nahuaque». Castigó los delitos con rigor pero fue misericordioso y agradecido.
Gracias a las descripciones de Alva Ixtilxóchitl podemos hacernos a una idea de la majestuosidad de los palacios y la importancia del reino de Texcoco. Construidos por el arquitecto Xilomantzin, tenían una extensión mayor a los mil metros de largo por unos ochocientos de ancho, con trescientas habitaciones en torno a dos patios principales. Sobre uno de ellos quedaba la Universidad, que reunía poetas, historiadores y filósofos, divididos en academias, con sus respectivos archivos. Al otro lado estaban las residencias de los reyes aliados y el jardín zoológico, las jaulas con aves y los estanques con Peces, reuniendo todas las especies del mundo conocidas, y en figuras de piedra y oro, las de aquellas desaparecidas o imposibles de obtener. En uno de los patios menores estaban las salas de gobierno, los consejos y los jueces. Más allá, la del consejo real, y el teocipalpan o tribunal de dios y a su izquierda, el del rey. Paralelas a éstas estaban las del Consejo de Música y Ciencias y de Guerra. Frente, las del Consejo de Hacienda, y hacia el suroriente las habitaciones de la reina, de sus damas, las cocinas, las del rey, los jardines, las fuentes, los baños, todo cercado por miles de pequeños arbustos y de laberintos.
Cerca a los palacios estaban los templos. El más grande era la pirámide de Huitzilopochtli y Tláloc. Tenía ochenta metros de largo por cada lado y ciento sesenta escalones. Sobre su cima reposaba la piedra de los sacrificios. En Huitznáhuac, uno de los barrios de Texcoco, estaba el templo de Tezcatlipoca, donde aparte de su representación había un «espejo ahumado», en el que habían visto los texcocanos al dios y oído su voz que les alentaba a seguir la conquista de tierras y señoríos hasta llegar a tierra de chichimecas. El sacrificio de vidas humanas a los dioses mantenía la vida del sol Huitzilopochtli. Por ello la guerra se hacía no sólo con afanes de conquista y dominio sino con el fin de obtener prisioneros para los sacrificios. Antes de morir, Nezahualcóyotl hizo erigir un templo al Tloque in Nahuaque, un dios que respondía a sus necesidades monoteístas y de dominio absoluto.
Poco se sabe de la vida familiar, de las esposas y los hijos del monarca. Se cree que tuvo entre unas veinte a treinta concubinas que le dieron unos sesenta hijos varones y cincuenta y siete hijas. Quiere la leyenda que su matrimonio con Azcalxochitzin en 1443 o 1444, prometida de Cuacuauhtzin, señor de Tepechpan, a quien hizo asesinar para obtenerla, fuera la causa de las adversidades que sucedieron entre 1445 y 1454 cuando una plaga de langostas arrasó los campos y las cosechas y nevó abundantemente trayendo ruina de caseríos, destrucción de arboledas y una epidemia de gripa donde murieron muchos habitantes. En 1451, «tercer año del hambre», las fieras, las aves de rapiña y los buitres invadieron las poblaciones matando incluso los más jóvenes y fuertes. Por último, un eclipse de sol hizo temblar de terror el señorío en 1454.
Para los nahuas la vida civilizada existía si en las ciudades había lugares para el canto y el baile. Las cuicacalli o casa de canto estaban junto a los templos y en ellas vivían los maestros en música, canto y danza. En las festividades se usaban los tambores huéhuetl y tponaxtli, sonajas, flautas y caracoles. Los asuntos de las canciones eran las hazañas de los héroes, los elogios a los príncipes, lamentaciones por la brevedad de la vida y de la gloria, elogios y variaciones sobre la poesía, poemas de amor y cantos divinos, acompañados de pantomimas y juegos.
Los cuicapicque, autores de letras para los cantos, eran de dos clases: los que vivían en los templos y pertenecían a la casta de los sacerdotes y los de las casas reales, que ofrecían textos para las ocasiones memorables. Pero había también otros cuicapicque, los poetas propiamente dichos, que gracias a sus propios méritos alcanzaban prestigio y eran muy solicitados gracias a su arte de hacer perdurables hechos y sentimientos. Los primeros recibían, como orfebres, paga, los últimos sólo la gloria. Entre éstos, en su gran mayoría príncipes y gobernantes, sobresalieron, según las investigaciones de Miguel León Portilla, (Trece poetas del mundo náhuatl, 1967), además de Nezahualcóyotl, Tlaltecatzin de Cuauchinango, Nezahualpilli y Cacamatzin de Tezcoco, Cuacuauhtzin de Tepechpan, Tochihuitzin de Teotlalzinco, Axayácatl de Tenochtitlan, Macuilxochitzin, señora de Tula, Temilotzin de Tlatelolco, Tecayehuatzin de Huexotzinco, Ayocuan de Tecamachalco, Xicohténcatl el Viejo de Tizatlan y Chichicuepon de Chalco.
Entre todos ellos es Nezahualcóyotl de quien mayor número de textos se conservan: unos treinta y seis en total, y es también el único cuya obra cubre la totalidad de los temas náhuatl: indagaciones sobre la naturaleza y la función de la poesía, cantos a las flores y la primavera, meditaciones sobre las relaciones del hombre con la divinidad, lamentos sobre la fugacidad de la vida y los placeres, pensamientos sobre el otro mundo, elogios a guerreros y príncipes, etc. No hay, sin embargo, un sólo canto a la vida erótica o al amor, ni rasgos de humor o gracia, quizás porque los tiempos que le tocó vivir no los requirieron o porque fueron considerados inadecuados a las circunstancias.
Como si
fueran flores
los cantos son nuestro atavío,
oh amigos:
con ellos venimos a vivir en la tierra.
Verdadero es nuestro canto,
verdaderas nuestras flores,
el hermoso canto.
Aunque sea jade,
aunque sea oro,
ancho plumaje de quetzal...
¡Que lo haga yo durar aquí junto al tambor!
¿Ha de desaparecer acaso
nuestra muerte en la tierra?
Yo soy cantor:
que sea así.
Con
cantos nos alegramos,
nos ataviamos con flores aquí.
¿En verdad lo comprende nuestro corazón?
¡Lo hemos de dejar al irnos:
por eso lloro, me pongo triste!
Si es
verdad que nadie
ha de agotar su riqueza,
tus flores, oh Árbitro Sumo...
Debemos dejarlas al irnos:
¡por eso lloro, me pongo triste!
Con
flores aquí
se entreteje la nobleza,
la amistad.
Gocemos con ellas,
casa universal suya es la tierra.
¿En el
sitio de lo misterioso aún
habrá de ser así?
Ya no como aquí en la tierra:
las flores, los cantos
solamente aquí perduran.
Solamente aquí una vez
Haya galas de uno a otro.
¿Quién es conocido así allá?
¿Aún de verdad hay allá vida?
¡Ya no
hay allá tristeza,
allá no recuerdan nada...ay!
¿Es verdad nuestra casa:
también allá vivimos?
Ms. Romances de los señores de la Nueva España, f 41 r ‑ 42 r, trad. Garibay, Poesía náhuatl, t. I, núm. 58, PP- 98-9
Los cantos de primavera, entre los que se cuentan los mejores de su obra como Canto de primavera, Comienza ya, El árbol florido, Ponte en pie, Percute tu atabal, tienen numerosas referencias a las casas de las flores, la variedad de las aves que allí estaban representadas, a las sonajas, tambores y cascabeles, al tabaco y al cacao, complementos de las fiestas.
En la poesía de Nezahualcóyotl hay mucho más pensamiento que lírica. Y sin que esta escasee y con maravilloso resultado, su característica es la meditación sobre tres grandes temas: la divinidad, el destino y la poesía.
En el primero su concepción de la divinidad está alejada de la magia y la mística y es teológica. Pero el dios, con su naturaleza y el rigor que ella ha impuesto al hombre, es tratado con desdén. Ni alabanza ni adoración, quizás temor inspira al poeta, que se pregunta sobre la verdad de su existencia y de las cosas tangibles. El dador de la vida nos enloquece porque sin permanecer en sitio alguno le veneramos en todas partes, es inventor de todo y de sí mismo, nadie puede ser su amigo, nos embriaga por un momento y nos abandona para que sepamos que sólo él puede cambiar el rumbo del mundo.
Nuestra vida y destino no son verdaderos, ni hemos venido aquí para ser felices dice Nezahualcóyotl. Vivimos en necesidad y el amargo sabor de las derrotas nos alimenta; hemos venido para vivir en angustia y dolor, la tierra es una casa prestada, no es la casa de los hombres y debemos, pronto, abandonarla. En su poema, Como una pintura nos iremos borrando dice que igual que los libros náhuatl, hechos de color y figuras que desaparecen, los hombres desaparecemos consumidos por el tiempo. Nada podemos contra él, pereceremos e ingresaremos a la casa de los muertos, sintiendo, como en la vida, la tristeza eterna de los que la habitan. No lloremos a los que desaparecen, dice el poeta, igual destino nos espera.
La poesía es un don divino que nos es prestado para aliviar nuestro paso por el mundo. Las flores, es decir, también el poema, permiten darnos a conocer, nos dejan manifestarnos y engalanarnos por un momento, porque tanto ellas como aquél retornan a la casa de la divinidad, al lugar de los que no tienen carne ni hueso. Feliz aquel que puede gozar de las flores y de los cantos porque son alegría, camino al misterio de la existencia y nos permiten conocer con trascendencia.
No
acabarán mis flores,
no acabarán mis cantos;
yo los elevo: soy un cantor.
Murió el año 3 Calli, 1469.
La obra y la vida del poeta náhuatl ha sido estudiada por José Luis Martínez en Nezahualcóyotl (México, 1972). Véase también Historia de la literatura náhuatl de Ángel María Garibay (México, 1954); La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, de Miguel León Portilla (México, 1959); Episodios de la vida de Nezahualcóyotl de José Ignacio Dávila (México, 1947) y Nezahualcóyotl como poeta elegíaco, de Pedro Mascaró (Madrid, 1878).