AGUSTIN YÁÑEZ cUMPLE cIEN aÑOS

La familia de Agustín Yáñez (Guadalajara, 1904-1980) procedía de Yahualica, un pequeño pueblo donde pasaba las vacaciones escolares, y que los críticos han identificado como el posible escenario de varias de sus novelas. En Guadalajara inició sus estudios de derecho y enseñó en varios colegios de secundaria. A mediados de los años veinte organizó una tertulia literaria y colaboró en la publicación del periódico Bandera de Provincias, donde aparecieron textos de Kafka y Joyce, dos autores que influyeron en su obra. Luego de recibirse como abogado hizo estudios de filosofía en la Universidad Nacional de México, recibiendo el título de Maestro. Entre los varios y destacados cargos que ocupó figuran los de Director de la Oficina de Radio del Ministerio de Educación, Jefe del departamento de bibliotecas y archivos, embajador en misiones culturales en varios países latinoamericanos y europeos, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, miembro del cuerpo docente del Colegio Nacional de México, gobernador de Jalisco y ministro de Educación.

Al filo del agua (1947), es una de las novelas más importantes del siglo XX, pero también una de las más desconocidas. Según Octavio Paz, es «una tentativa por penetrar en ciertas zonas brumosas del hombre, ahí donde la humildad se confunde con la soberbia, la castidad se transforma en lujuria, la piedad en crueldad. [...] se trata de una nueva versión del viejo diálogo entre la religión y el erotismo.»

La novela ofrece varias historias individuales y un drama colectivo donde participan conscientes o inconscientes los pobladores de una aldea mexicana antes de la Revolución de 1910. El conflicto surge al llegar Victoria, que pone en crisis el ascetismo y la hipocresía del lugar. Ella simboliza, sentimentalmente, la Revolución, su presencia propicia un nuevo orden, unos nuevos valores. Pero también hace que las vidas de los Otros se humanicen. Yáñez retrata la vida monástica, somnolienta en un pueblo encerrado, donde toda influencia y persona extraña es rechazada. Así, el protagonista de la novela no es un individuo sino el pueblo mismo. «No existe en nuestra amplia narrativa revolucionaria -dice Enmanuel Carballo- un texto que indique con mayor sentido, sin descender al documento o la demagogia, cómo se vivía durante los últimos periodos presidenciales de Porfirio Díaz y, al mismo tiempo, aclare por qué surge y qué se propone la Revolución de 1910».

El título significa literalmente «que algo nuevo va a suceder», y eso que va a suceder es la revolución, que debe ofrecer justicia y esperanza para el pueblo. Lucas Macías, una especie de profeta, ve la nueva luz en el cometa Halley y el surgimiento de Madero, que abolirá la centenaria opresión, de la cual, en buena parte, es culpable la Iglesia. Macías advierte a los curas que México está en el camino de la tormenta y que las primeras piedras serán arrojadas contra ellos.

El anónimo, seco y remoto pueblo está dominado por las campanas y las frustraciones. Yáñez examina los sueños y los pensamientos de las víctimas de unas pasiones que no siempre pueden controlar. Marta, María, Damián, Micaela y Gabriel viven entre la superstición, el fanatismo, la ignorancia, el calendario litúrgico y el temor a la Iglesia, que amenaza con el purgatorio y les previene, constante, sobre el pecado. Durante el día pueden controlar sus deseos, pero llegada la noche la vida se hace oscura, opresiva, estéril y sombría. Sus pesadillas y complejos de culpa, que ningún rito religioso puede aliviar, hacen de sus vidas cargas inaguantables. Muchos de los sacerdotes temen a los cambios morales y de costumbres, o del sistema político; y los curas jóvenes, que sienten la necesidad del cambio, no permanecen. La Iglesia es responsable de las represiones sexuales y los complejos de culpa que ni siquiera la Revolución misma podrá cambiar: Micaela no escapará y antes de causar problemas entre Timoteo Limón y su hijo Damián, pagará con su vida. Victoria, la forastera, símbolo de tentación, saldrá inmune, pero dejando atrás una víctima, Luis Gonzaga Pérez, un joven seminarista que enloquece. Gabriel, el campanero, y María, la sobrina favorita de don Dionisio a quien Gabriel ama, escaparán, él para estudiar música y ella para alistarse en las fuerzas de Madero. Merceditas Toledo, víctima de sus deseos, permanecerá casta y enferma. Don Dionisio María Martínez, el benévolo, sincero y caritativo sacerdote, verá su pesadilla hacerse realidad cuando María se marche con los revolucionarios. El Padre Reyes, simpático y progresista, y el Padre Islas, el intransigente director de Las hijas de María, se enfrentarán y excluirán mostrando los estados sicológicos y las motivaciones interiores de un mundo muerto, habitado por las sombras del miedo, el odio, el amor y los fracasos. Un purgatorio en vida, la vida de México antes de la revolución. La novela concluye con el inminente fin del antiguo régimen. Habrá más miseria, más dolor, quizás grandes injusticias, pero el hombre prevalecerá.

Paralela en problemas y temas a las novelas de Azuela y Guzmán, Al filo del agua es radicalmente distinta en su forma pues Yáñez, en vez de pintar la naturaleza del conflicto de una manera naturalista, recrea esa realidad usando los métodos de la novela contemporánea. La principal preocupación de Yáñez reside en describir la Revolución desde los comienzos de su evolución social. Gran parte de la exposición narrativa y sus momentos culminantes son monólogos de los protagonistas mientras tratan de alcanzar el sueño, o durante los momentos de físico cansancio, de desmayo sicológico, soñando despiertos o caminando. El incesante paso de un personaje a otro es manejado cuidadosamente. Ningún rasgo establecido en una instancia anterior es olvidado o abandonado cuando el personaje reaparece. Cualquier visión o información que encontremos de sus subsecuentes apariciones sirven para enfatizar la personalidad ya establecida y para penetrar mas en las razones de su comportamiento. La prosa de Yáñez tiene un ritmo interno que quiere asemejarse a los ires y venires de la vida cotidiana y fluye desde las simples formas narrativas hacia una altura poética inédita entonces y que sólo volverá aparecer en novelas como Pedro Páramo  o Grande Sertão-Veredas.