leonardo y un poema de 1972

Los idealistas alegan que el lenguaje no puede asir los objetos sino una parte de ellos. Quieren decir que solo las apariencias son captables para el lenguaje. De esta manera, nada es, ciertamente el objeto, sino que esa suma de adjetivos: el color, la posición, las emanaciones, etc., son las que conocemos como el sustantivo: rosa. De ahí que en las literaturas, uno de sus cometidos sea agregar "realidades" al mundo y no la descripción de lo concluyente en él.

La historia de los realismos quiere someter el valor de una pieza a su "veracidad". Uno de los poemas de un libro editado en Cali en mil novecientos setenta y dos [Pensamientos de un hombre llegado el invierno] parece demostrar lo contrario. Presenta a Leonardo [Da Vinci] de brazo de Gian Giacomo Caprotti da Oreno, llamado Salai o Salaino (1480- 1524) en la Plaza de Florencia frente al ahorcado Bernardo de Bandino Baronchelli, "asesino" de uno de los Médicis, exclamando: "Los Médicis me han hecho y me han deshecho".

Para Enmanuel Berl (Leonardo da Vinci, París 1959, 144), la frase sería una de las pocas quejas que deja escapar Leonardo; queja de tal modo breve y discreta que todavía se "discute" si debe aplicársela a los Médicis o a los Médicos, porque en el momento en que Leonardo suspira ha sido abandonado por León X, pero también la parálisis lo priva de su brazo derecho y sin duda ha debido consultar médicos que no lo curaron. Marcel Brion (El hombre único, 78) cree que esta amarga reflexión sería en parte respuesta a la afirmación de Miguel Ángel de que Leonardo no sabía terminar.

Dice Brion: "Tal crítica parece justificada si se tiene en cuenta la cantidad de trabajos que Leonardo ha dejado inconclusos porque las circunstancias le impidieron terminarlos pues dependía de sus protectores, de sus mecenas, de los caprichos y la buena voluntad de los mismos, y no tenía más independencia ni más seguridad del mañana que otros artistas de ese tiempo. Incluso puede verse una especie de fatalidad en las repetidas prescripciones del duque de Milán, del Papa, del rey de Francia, de la Señoría de Florencia, a cuyas órdenes está".

No sabemos, entonces, con ocasión de que la pronunció Leonardo; máxime si tenemos en cuenta que no escribía sus notas de acuerdo con un orden cronológico, sino que buscaba en los blancos de sus cuadernos un sitio, pues "era extremadamente ahorrativo de papel".

El poema fecha la frase el 27 de diciembre de 1479. Leonardo la recuerda el 28, y quienes la acompañan son Masino de Peretola, Julián, Lorenzo y Cosme de Médicis, aparte del mencionado Salai. ¿Quiénes son estos personajes?

Bernardo di Bandino Baronchelli quien fuera ahorcado el 28—XII—1479 en el Palazzo Capitano es uno de los esbirros de los Pazzi, banqueros florentinos que pagaron el "asesinato" de Julián el 24 de abril de 1478. Lorenzo es herido a puñal en el encuentro pero logra desbaratar el plan urdido por aquellos para derrocarles. El 29, Leonardo dibuja con minuciosidad el cuerpo y la vestimenta del ahorcado Bernardo, dibujo que conserva el Museo Bonnat de Bayona.

Masino de Peretola —apodado Zoroastro—, aparece vinculado a Leonardo desde el caso Saltarelli. En mil cuatrocientos setenta y seis (tres años antes del ajusticiamiento de Baronchelli y de la fecha del poema), una denuncia anónima dirigida a la Comisión de Moralidad de Florencia, acusa a Leonardo de mantener relaciones prohibidas con un homosexual de diecisiete años, Jacobo Saltarelli. El 9 de abril, los cuatro acusados son absueltos en primera instancia, y dos meses más tarde, en apelación, Masino de Peretola será uno de los amigos que acompañe a Leonardo, en 1493, a Milán, cuando decide servir a Ludovico el Moro. ¿Acompañó acaso a Leonardo el día que dibujaba a Bandino? Nadie lo afirma.

Julián de Médicis fue apuñaleado al término de una misa un año antes de la fecha del poema. Tampoco sabemos que Julián (muerto en 1516) acompañara a Vinci el día que dibuja a Bernardo. Nos resta Salaí. Humebelle (Los claroscuros de una vida genial y solitaria, 66) afirma que "hacia el fin de julio de 1490, unos meses antes de las fiestas del matrimonio de Ludovico con Beatriz del Este, Leonardo acoge en su casa a un niño de diez años, Giacomo, hijo de un cierto Giovan Pietro Caprotti d'Oreno". El hecho ocurre cuando Leonardo regresa de Pavía, es decir, cuando ha dejado a los Predis para habitar en el "viejo castillo de Ludovico. Paseando por el campo, encuentra un niño andrajoso que dibuja con un trozo de carbón las imágenes de sus cabras sobre una piedra. Vinci adopta al pequeño. Un día le compra un manto, un justillo forrado, cuatro pantalones y tres jubones. Cuando lo lleva a comer a la ciudad, Salaí "come por dos y hace escándalo por cuatro". Cuando Leonardo se instala en casa de Galeas de San Severmo, en ocasión del torneo para asistir al ensayo de los trajes, el niño se desliza hasta el lecho donde los nobles han depositado sus ropas, revisa las faltriqueras y vacía las bolsas. "Ladrón, mentiroso, terco, glotón", Salaí acompaña durante veintiséis años a Leonardo, hasta el día en que parte a Milán para construirse una casa en el terreno que éste le ha regalado, pero era imposible que lo hiciese el 29 de diciembre de 1479, ya que sólo vendría a conocerle y adoptarle once años después.

En el poema, está probado, los, datos han sido trastocados, a pesar de la existencia de los hechos. Lo que importa, parece sugerir el poema, no es la verosimilitud, sino que esa frase de Leonardo quiera resumir la amargura de quien ha tenido que presenciarlos.

¿Cuál es el efecto último del poema? No lo sabemos. Sospechamos que la contraposición de las figuras Médicis—Leonardo es lo que más ama el lector.

1479

En la sanguina plaza de Florencia,

la ciudad del lirio rojo,

entre la música y el pueblo,

Masino de Perétola, el bello Julián,

el magnífico Lorenzo, el viejo Cosme,

el 28 de Diciembre de este año,

frente al ahorcado Bernardo di Bandino Baroncelli,

de brazo del amado Salaí,

Leonardo, nacido bastardo en Vinci,

entre la música y la insidia del pueblo,

recuerda sus palabras de ayer en el palacio:

« Los Médicis me han hecho y me han deshecho»

Leonardo y un poema de 1972,  en Revista Nacional de Cultura, Caracas, nº 225, 1976.