Leopoldo Lugones

A comienzos del año catorce Leopoldo Lugones (Villa María de Río Seco, 1874-1938) [1] , fundó en París, con la colaboración de Jules Huret, La revue sudaméricaine. En sus siete números, interrumpidos a causa del estallido de la Gran guerra, publicó otros tantos artículos que ofrecen un perfil intelectual del autor: el primero anuncia la inminente guerra europea y proclama el Panamericanismo;  el segundo estudia la crisis económica de América del Sur como resultado del conflicto balcánico; el tercero clasifica las plantas silvestres de ese hemisferio; el cuarto trata del lugar de la geometría en el estudio de las matemáticas en la escuela secundaria; el quinto presenta la música y los bailes de los gauchos como expresión del arte popular; el sexto se ocupa de los estudios del francés Fabre sobre zoología y  el último describe sus observaciones sobre los fósiles patagones descubiertos por el naturalista Ameghino. Un extraordinario enciclopedismo que hace pensar en Lugones como un humanista, pero que delata en rigor a un  positivismo porteño, fiel creyente en las posibilidades de alcanzar el progreso con base en los supuestos descubrimientos de las ciencias aplicadas y sociales que había conocido en la escuela cordobesa donde leyó, con curiosidad, en  Cuvier, Lamark o Darwin. Un hombre que habiendo sido, fue menos un pensador que un poeta, y menos un poeta que un artífice, pero  sin duda uno de los escritores más representativos de Latinoamérica en ese periodo que conocemos como Modernismo.

Furibundo socialista en su juventud, en Auer´s Keller, una brasserie  del Buenos Aires de finales de siglo, Lugones conoció a Darío, y a José Ingenieros y Roberto J. Payró, dos de sus aliados en busca de la redención social con los cuales fundó el Centro Socialista de Estudios y La montaña, periódico quincenal del que aparecieron doce números [2] . El primero de mayo del año anterior (1896) había leído un poema donde conmemoraba la fecha  en ardientes versos que incitan al odio:

¡Odia, Pueblo! La faz se hermosea
cuando hay fiebres de odio en el pecho,
como barra de hierro candente
que doran las bravas injurias del fuego.
En mi bárbara estrofa se irrita
como lengua de víbora el nervio,
el odio arde en mi bárbara estrofa,
el odio es torvo pudor de los siervos.

Fervor anárquico y socializante que duraría poco. Para 1904, sus ideas se habían trasladado a la orilla opuesta bajo la impronta de Nietzsche. En el epílogo a un libro de ese año, El imperio jesuítico, dice que cada hombre debe tener por norma el ideal de una civilización superior; que para la justicia, la humanidad no existe puesto que el ideal de grandeza solo pertenece a las razas superiores, cuyos actos se justifican ante la historia: «Si el exterminio de los indios resulta provechoso a la raza blanca, ya es bueno para ésta; y si la humanidad se beneficia con su triunfo, el acto tiene también de su parte a la justicia, cuya base está en el predominio del interés colectivo sobre el parcial.»

Su primer libro de versos fue Las montañas de oro, publicado un año después de Prosas profanas de Darío. Un paroxismo verbal modernista inunda sus frases y la concepción misma del poema, resultado, quizás, de su comercio con la Biblia, Hugo, Whitman, Andrade, Almafuerte, Homero y Dante, haciendo un alarde de destreza donde moviliza metáforas cósmicas vinculadas al rítmo de la respiración, que en la Introducción, agitan un sentimiento de justicia de profecía mesiánica anunciadora del esplendor de los tiempos nuevos. En los tres ciclos que dan cuerpo al libro el acento del versículo bíblico es su característica más formal. Dispone horizontalmente, mediante separación por rayas, endecasílabos asonantes  encabalgados; usa del verso libre a la manera de las cláusulas tetrasilábicas del Nocturno  de Silva; de la prosa continua, libre del corsé del verso. Poesía alimentada por poesía, los sentidos se tornan múltiples, altos y bajos, irritantes, chispeantes, deformando la visión y el asunto mediante el extremado afán culterano, metafórico y neologista. Epopeya de la conciencia, sus ojos miran desde las nubes la historia del hombre. Positivismo, idealismo, consignas de la revolución burguesa, progreso, ciencia, técnicas, mística, razón y desequilibrio se funden en sus asuntos con una religión cósmica a la manera de Whitman, restableciendo, en los áridos años del pragmatismo, la confianza en la fe, los mitos, la vastedad de lo infinito, la milagrería y los misterios. Un contradictorio Lugones que ve en los Estados Unidos la reserva del futuro y en la locomotora el símbolo de la ciencia triunfante:

«...los carros sonantes corren por la paralela de hierro, en pos del corcel de hierro, cuya alma es un trueno de hierro, y cuyos bronquios de hierro, tosen el huracán, y cuyo corazón de hierro va tempestado de brasas: ¡gran caballo negro, negro, gran caballo comedor de fuego, gran caballo en temblor de enormes músculos lanzado, con una nube en las narices, a los jadeantes trotes del millar de leguas: gran caballo negro, gran caballo negro, gran caballo negro al cual no se ve sudar!   »

Para Borges [3] , es El imperio jesuítico el libro en prosa que mejor se deja leer de Lugones.  Fue redactado como memoria de la misión que le confiara el gobierno de averiguar sobre el estado de las ruinas jesuíticas, pero se convirtió en un ensayo erudito de carácter histórico sobre la vida del régimen teocrático de la Compañía de Jesús en los territorios de Misiones y el Paraguay. Lugones describe la situación española durante la colonización de América y cree que para comprender los actos de la metrópoli es necesario comprender la salud y las enfermedades de la nación que la realizó. Luego retrata los paisajes de la región y su estilo es concomitante con los asuntos.

La guerra gaucha, su primer libro de relatos, exalta episodios que no fueron decisivos en la guerra de liberación en Argentina, y cuyo héroe fue el guerrillero Güemes y los montoneros  gauchos que le seguían. Son veintidós relatos que exaltan el coraje, el sacrificio, la soberbia. Cada episodio concluye señalando el  heroísmo de los protagonistas, así sus comportamientos tengan que ser justificados a través del sentido del deber patriótico frente a las obligaciones rituales de los españoles. Con un procedimiento caro al romanticismo Lugones divide los personajes en dos categorías: los criollos y los maturrangos o españoles. La naturaleza, presentada como una diosa nativa, está siempre de parte de los primeros. Lugones opone dos concepciones: una viva y orientada hacia el futuro, la patria americana, y la otra, muerta y atada a fórmulas que han perdido todo estímulo: España y quienes apoyaban su imperio. La fobia contra España lesiona muchos de sus capítulos, tanto como el léxico, farragoso, y la sintaxis, muchas veces inextricable, hacen difícil la lectura, como en este pasaje:

Rejuveneciendo en la ablución del rocío, el paisaje se embelesa sonreído de aurora. Las montañas del oeste empolvánbase de violácea ceniza. La evanescencia verdosa del naciente desleíase en un matiz escarlatino, especie de agüita etérea cuyo rosicler aún se sutilizaba como si una idea adviniese a color. La luz varió sobre el follaje  de los célibes. El horizonte publíase en un topacio clarísimo sobre las montañas, azules las distantes, verdes de cardenillo las próximas, retrocediendo sus depresiones en perspectivas de planiferio. Manchas de sulfatado azul debilitábanse en los declives. Un farrallón de cerro oblicuaba sus estratos, semejante a un inmenso costillar; y orlaban los replieges de las colinas desbordamientos de arcilla como una desolladura de carnazas. El cenit resucitaba en celeste.

Parece imposible reconocer que el mismo escritor de La guerra gaucha compusiera los versos y poemas de Los crepúsculos del jardín. Aquí su voz se adelgaza en un tono familiar, prosaico. Buscando la novedad en formas más flexibles y ricas, en algunos de estos poemas está más cerca de los poetas malditos y de lo abyecto. Rosarios de imágenes, secuencias tónicas, color impresionista, una gota de Verlaine, otra de Samain y no menos de D´Annunzio son la receta que usa ahora. Paisaje eglógicos, amor desbordante, refinado y sensual, melancolía y elegía se entrecruzan finamente con matices irónicos y la presencia espectral de la muerte. No obstante, allí  quedan algunos de sus más conocidos poemas como Emoción aldeana, escrito en versos irregulares que anuncian el Lunario sentimental, donde evoca una escena de barbería, con metáforas irónicas; el soneto parnasiano León cautivo y, su atribulado y solitario personaje de El solterón, teñido de romántica melancolía y de ráfagas de realismo que enriquecen una realidad monótona:

En la alcoba solitaria,
Sobre un raído sofá
De cretona centenaria,
Junto a su estufa precaria
Meditando un hombre está.

Tendido en postura inerte
Masca su pipa de boj,
Y en aquella calma advierte
¡Qué cercana está la muerte
Del silencio del reloj!

Los doce cuentos que componen Las fuerzas extrañas  fueron escritos bajo la influencia de Poe, Bécquer o Gerardo de Nerval. Pertenecen al género de la literatura llamada fantástica y son una rara conjunción de ciencias ocultas, espiritismo, teosofía, magia, metapsíquica, rosacrucismo, astrodiagnosis y conocimientos de biología, física, química, y matemáticas. Lugones había practicado este género desde 1896, pero ninguno de los textos de ese tiempo fueron incorporados al libro. Hay en ellos un despliegue de recursos que superan lo meramente modernista, despojándose de todo ornamentismo para acentuar la impresión cientifista y el final misterioso como en La fuerza Omega o La metamúsica, o la suntuosidad expresiva como en La lluvia de fuego o Los caballos de Abdera, o para conseguir efectos repulsivos, ingresando en lo sobrenatural,  como en El escuerzo.

La destrucción de Gomorra, hermana de Sodoma, Adama y Seboim ofrece el tema de La lluvia de fuego. Es un recuerdo interrumpido por la muerte del narrador, un relato que examina con habilidad, a través del personaje ególatra y sensual, la realidad de un mundo que el cielo derriba con fuego y hierro. Durante el proceso de destrucción nos enteramos de los hábitos, vicios y elementos de esos hombres, caracterizadores de su ruina. La fuerza Omega especula con ciertos axiomas del ocultismo que puestos en acción desintegran el cerebro del propio experimentador; Viola Acherontia pormenoriza las experiencias de un presunto jardinero capaz de obrar por sugestión sobre las flores y dotarlas de una exhalación mortífera. Cuando la curiosidad hace sospechar al autor que el jardinero ha regado con sangre de niños la mandrágora,  con horror ve en él a un perverso y brutal hechicero.

Lunario sentimental  es uno de los más complejos y desconcertantes libros producidos en Buenos Aires. Una vez más Lugones quiso interpretar una nueva y extraña melodía. Su modelo fue esta vez Jules Laforgue.  Un volumen sostenido por la abundancia metafórica y léxica,  un archivo de metáforas  originales y bellas, que no logran, por si mismas, una suplantación  del texto sino su descalabro: el lector da con ellas y debe interrumpir la lectura o ahogarse:

Farol glacial del invierno:
Cuando se paralice toda savia,
Y muera como un tigre el sol eterno,
Y temple el cierzo formidable la gravia,
Y petrifique el boreal infierno
En suplicio de mármol toda la Escandinavia,
Tu ojo de pez antediluviano
Coagulará en su influjo maligno
La desolada extensión, en signo
De esplendor soberano.

    (El sol de media noche)   

Lugones creía que la rima era esencial a la poesía moderna. Variando de ritmos creó esa forma cercana al humorismo y la irreverencia que signan su actitud ante el hombre. Sus rimas son insólitas: apio/Esculapio; astro/alabastro; sarao/cacao; ampo/crisolampo; copos/Atropos; anda/Irlanda;  garbo/ruibarbo; apogeo/Orfeo; oréganos/lléganos; insufla/pantufla; pícara/jícara; hongos/oblongos; orla/por la; petróleo/mole o; náyade/haya de; pretéritas/in vino veritas...El libro produjo encendidas críticas. Hoy es considerado uno de los antecedentes de la lírica vanguardista y contemporánea. Dedicado por entero a la luna, una luna más anecdótica que mítica, puede dividirse en tres secciones por la forma y los asuntos. La primera estaría conformada por treinta y cuatro textos esencialmente caricaturescos. La segunda, por cuatro escenas dramáticas donde abundan hazañas y seres fantásticos. La tercera por otras tantas historias melancólicas y románticas. Una poesía planetaria, de turismo, que visita geografías, habla varias lenguas y  se ocupa de lo superficial, de la moda. En el Himno a la luna hace el elogio de las guías de viajes y visita Polos, Mecas, las islas Moscadas, Terueles, Veronas, etc. La sportwoman con lawn tennis y senos new-mown-day, el estilo de vida británico o los avisos de propaganda se incorporan al poema por primera vez   anunciando al Eliot de Prufock:

El hipocondriaco que moja
Su pan de amor en mundanas hieles,
Y, abstruso célibe, deshoja
Su corazón impar ante los carteles,
Donde aéreas coquetas
De piernas internacionales
Pregonan entre cromos rivales
Lociones y bicicletas.
..........................................

Los viajeros,
Que en contrabando de balsámicas valijas
Llegan de los imperios extranjeros,
Certificando latitudes con sus sortijas
Y su tez de tabaco o de aceituna,
¡Qué bien cuentan en sus convincentes rodillas
Aquellas maravillas
De elefantes budistas que adoraron a la luna!

Su obra periodística y sus discursos es también notable. Mi beligerancia (1917), La torre de Casandra (1919) y La patria fuerte (1932) reunen desde sus conferencias socializantes de principios de siglo hasta los discursos en favor del presidente Quintana y las incendiarias proclamas militares de los años veintes, a favor de la hora de la espada. Otros volumenes exponen teorías estéticas o ideológicas: La reforma educacional (1903) o Piedras liminares (1910). El payador (1916), hace el elogio del gauchaje y propone a Martín Fierro como la epopeya argentina.

Fue Lugones uno de los grandes espíritus del Modernismo, tanto por la acción de su escritura como por sus actos civiles; un escritor burgués, en el pleno sentido del término. Su incidencia sobre la vida argentina y la literatura latinoamericana solo puede entenderse por los amores y odios que aún suscita.

___________________________________

1. Nació  de una  familia de antiguo linaje y vivió en Córdoba su adolescencia. Allí inició su vida literaria y periodística. Tempranamente se definió como anticlerical. Fundó el primer centro socialista de la ciudad y continuó su acción en Buenos Aires, donde llegó en 1896. Un año más tarde fue empleado de correos y escribía crónica roja en La montaña, semanario que fundó con José Ingenieros. Al llegar 1900 es inspector de segunda enseñanza. Tres años después abandona el socialismo y comienza a gozar de un prestigio creciente como orador, como poeta y como polemista. En La revista, de Paul Groussac, publicó varios capítulos de La Guerra Gaucha  (1905) y  poemas de Las montañas de oro (1897) a partir de 1897, año en el que nació su único hijo. En 1905 aparecen Los crepúsculos del jardín y al año siguiente viaja a Europa, repitiendo la experiencia en 1911 tras haber dado a la estampa Lunario sentimental (1909), y ofrecido  a la patria en su centenario las Odas seculares (1910) e Historia de Sarmiento (1911). A su regreso lee varias  conferencias sobre  Martín Fierro que forman parte de la primera de El payador(1916). En el año trece regresa a Europa enviado por La nación, de donde regresa al precipitarse la guerra cuyos preparativos ha comentado con patetismo en sus crónicas. Al morir Darío, amigo por dos décadas, ofrece un homenaje a su memoria. De esos años son sus volumenes doctrinarios y polémicos Mi beligerancia (1917) y La torre de Casandra (1919), donde todavía hay convicciones republicanas. Los estudios clásicos son reunidos en Las industrias de Atenas (1919). Después de 1920 Lugones dedica su tiempo a variados asuntos como el estudio de la física, la escritura de romances, redacción de filosofías, estudios helénicos o cuentos esotéricos y la proclamación de irritantes doctrinas militaristas y belicistas. Al final de sus días fue violentamente atacado por sus detractores, que le encontraban siempre partidario de aquello que antes había abrasado o detestado. Los Romances de Río Seco, considerados por muchos lo mejor de su obra, fueron publicados en 1938, año en el cual se quitó la vida. Sus escritos han sido recogidos así: Obras poéticas completas, con un prólogo de Pedro Miguel Obligado: La vida y la obra de Leopoldo Lugones, Madrid, l948; Obras en prosa, selección y prólogo de Leopoldo Lugones hijo, Madrid, 1962; El payador y antología de poesía y prosa, con prólogo de Jorge Luis Borges y selección, notas y cronología de Guillermo Ara, Caracas, 1979. Véase Ghiano, Juan Carlos: Lugones, escritor, Buenos Aires, 1955. Irazusta, Julio: Genio y figura de Leopoldo Lugones, Buenos Aires, 1969. Lermon, Miguel: Contribución a la bibliografía de Leopoldo Lugones, Buenos Aires, 1969. Martínez Estrada, Ezequiel: Leopoldo Lugones (Retrato sin retocar), Buenos Aires, 1968. Pultera, Raúl: Lugones: elementos cardinales destinados a determinar una biografía, Buenos Aires, 1956. Viñas, David: Leopoldo Lugones. Mecanismo, contorno y destino, en Centro, nº 5, Buenos Aires, 1953. Yurkievich, Saúl: Leopoldo Lugones o la pluralidad operativa, en Eco, nº 160, Bogotá, 1974.

2. En el editorial del primer número declararon: Somos socialistas: a), porque luchamos por la implantación de un sistema social en que todos los medios de producción y el consumo se organicen libremente de acuerdo con las necesidades colectivas, por los productores mismos, para asegurar a cada individuo la mayor suma de bienestar, adecuado, en cada época, al desenvolvimiento de la humanidad; b), porque consideramos que la autoridad política representada por el Estado es un fenómeno resultante de la apropiación privada de los medios de producción, cuya transformación en propiedad social implica, necesariamente, la supresión del Estado y la negación de todo principio de autoridad; c), porque creemos que a la supresión de todo yugo económico y político seguirá, necesariamente, la de la opresión moral, caracterizada por la religión, la caridad, la prostitución, la ignorancia, la delincuencia, etcétera; d), porque, en resumen, queremos el individuo libre de toda imposición o restricción económica, política y moral, sin más límite a su libertad que la libertad igual de los demás. Así --solamente así--concebimos la misión que el Socialismo ha de realizar para la Libertad, por la Revolución Social.

3. Leopoldo Lugones, Buenos Aires, 1965.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Índice de Materia: Poetas