Manuel Bandeira
A Cinza das Horas, el primer volumen de poemas de Manuel Bandeira (Pernambuco, 1886-1968), [1] apareció en 1917. Influenciado por el simbolismo y los parnasianos, carece de la simplicidad que caracterizó su poesía posterior y son deudores de aquellos versos otoñales y decadentes, habitados por una melancolía no pocas veces exasperante. No obstante, aun cuando tiendan hacia la perfección del verso y los acentos regulares, en ellos están ya la ruptura con la estética tradicional y la adopción del llamado verso libre, que sería luego una de las divisas de los Modernistas.
Sus primeras experimentaciones, aparecidas a finales de la Primera Guerra Mundial, fueron recogidas en Carnaval(1919). O Ritmo Disoluto (1924), junto a sus artículos críticos y sus declaraciones consagró a Bandeira como el «San Juan Bautista de la nueva poesía». Pero fue en Libertinagem (1930) donde se desprendió totalmente de sus primeras influencias. Reaccionando contra su latente sentimentalismo descubrió formas que, como el humor y la ironía, le llevaron a una especie de catarsis donde más que rechazarse se aceptaba a sí mismo: «una disposición a reír, o al menos a sonreír ante las situaciones más difíciles de la existencia», basada en el establecimiento de una «disociación entre dos realidades», entre lo que pensamos y expresamos. El libro oscila entre un fuerte deseo de libertad vital y artística y la necesidad de hacer íntimas, cada vez más, las imágenes que retrataran un país como lo desearon Mario de Andrade y Gilberto Freyre. Ha sido calificado como la más representativa contribución al Modernismo.
Estoy harto del lirismo comedido
del lirismo que se porta bien
del lirismo funcionario público con libro de asistencia
expediente protocolo y manifestaciones de aprecio al Señor Director
Estoy harto del lirismo que se detiene y va a averiguar en el diccionario el cuño vernáculo de un vocablo
Abajo los puristas
Todas las palabras sobre todo los barbarismos universales
Todas las construcciones sobre todo las sintaxis de excepción
Todos los ritmos sobre todo los innumerables
Estoy harto del lirismo enamorador
Político
Raquítico
Sifilítico
Lirismo que se cierra ante lo que está fuera de sí mismo
El resto no es lirismo
Será contabilidad tabla de cosenos secretario del amante ejemplar
con cien modelos de cartas y las diferentes maneras de agradar a las mujeres, etc.
Quiero ante todo el lirismo de los locos
el lirismo de los borrachos
el lirismo difícil y doloroso de los borrachos
el lirismo de los clowns de Shakespeare
No quiero saber nada del lirismo que no es liberación.
(Poética) [2]
No obstante el reconocimiento que se le hace como pionero, decía que en su caso la conquista del verso libre había sido muy difícil y que prefería creer que era mayor su deuda con el Modernismo. En Breve historia de la literatura brasileña(1964) sostiene:
Los modernistas introdujeron el verso libre en Brasil; querían expresarse con un lenguaje libre de la retórica parnasiana y las vaguedades simbolistas, lejos de los dictados de la lógica y los patrones de vocabulario y sintaxis del portugués clásico y ampliaron audazmente los campos de la poesía, tomando de la vida sus aspectos más prosaicos. En sus comienzos, el movimiento fue destructivo y se caracterizó por las novedades formales. Después optó por un tono abiertamente nacionalista, buscando ofrecer una artística interpretación del presente y el pasado del Brasil.
Con un especial amor por la simplicidad Bandeira entrenó su oído para escuchar la voz del pueblo. Ningún otro poeta de su tiempo ha sentido mejor las expresiones orales del portugués brasileño, degustado el habla popular, los dialectos africanizados o los orientalismos de los inmigrantes, los nombres nativos o los balbuceos de los niños cariocas. Cuando se hizo maestro en este arte eligió los recuerdos más simples de su niñez y escribió Evocación de Recife, amando no la ciudad famosa por sus leyendas e historias, centro comercial del Nordeste y lugar de muchas revoluciones libertarias sino la Calle de La Unión donde jugaba «frío-caliente», rompía las ventanas de las casas de los vecinos, gritaba «¡sal conejo!» y oía los cantos de rosadas muchachas que morirían antes de ser mujeres. Una Recife de incendios nocturnos, de fumar a escondidas o abandono de la escuela para ir de pesca o vagar simplemente. Una Recife hecha de emocionados recuerdos que aislan los objetos como disparos entre la pesada realidad del presente.
Tuberculoso [3] Bandeira desea, en otro de sus poemas, morir para siempre sin dejar rastro alguno, ni siquiera un nombre, o llegar hasta un fresco y mítico paraíso donde pueda tener la mujer que quiere, en la cama que quiere, transformando su agonía en un himno de alabanza a un mundo donde la muerte no entra, un mundo donde la memoria de un viejo retorna a las experiencias de un niño de seis años en la fiesta de San Juan y descubre que los seres queridos están acostados, durmiendo profundamente. Sus poemas eróticos son también memorables. En uno de ellos aconseja amar sólo con el cuerpo pues las almas carecen de lenguaje y apenas encuentran amor en Dios; en Unidad, el encuentro con la amada le hace regresar el alma al cuerpo:
Mi alma estaba en aquel instante
Fuera de mí lejos muy lejos
Llegaste
Y desde luego fue verano
El verano con sus palmas su bochorno sus vientos de ávida juventud
En vano tus caricias insinuaban abandono y molicie
El instinto de penetración, despertado,
Era una saeta de fuego
Fue entonces cuando mi alma fue regresando
Regresando de muy lejos
Viniendo
Para entrar violentamente y sacudirme por entero
En el momento de fugaz unidad. [4]
Bandeira permaneció siempre dispuesto a la experimentación. En sus últimos libros regresó al metro clásico, manteniendo un asombroso equilibrio entre el ritmo y los sentimientos, ya fuera usando de redondillas, trisílabos, alejandrinos, rondós, hai-ku, sextillas, letras para valses o algunos ingeniosos experimentos de poesía concreta: artículos de periódicos puntuados en verso, o canciones que le dictaban los sueños. Fue el más respetado de los poetas de la generación de los años veintes, y su obra, la viva imagen de un hombre modesto que buscaba inspiración para su poesía en la comprensión y el análisis de los complejos estados emocionales que le atormentaban. Su larga batalla contra la tuberculosis está reflejada en sus preocupaciones por las contradicciones entre las fuerzas de la vida y las de la muerte.
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1. Fue hijo de un ingeniero que le introdujo en el mundo de la literatura y le animó a hacerse escritor. La familia se trasladó a Rio de Janeiro cuando el poeta tenía diez años y entró a estudiar al Colegio Pedro II. Hizo estudios de arquitectura en la Escola Politécnica de São Paulo, pero tuvo que abandonarlos a causa de la tuberculosis. En 1913 fue internado en un sanatorio suizo donde conoció a Paul Eluard. Regresó al Brasil en 1914 con el estallido de la Primera Guerra Mundial. En Rio de Janeiro hizo amistad con algunos escritores que como él, harían parte del Modernismo. Durante los veintes y los treintas Bandeira tuvo dificultades económicas, viviendo de una exigua pensión que le dejó su padre y de lo que podía ganar como crítico literario y periodista. Gilberto Freyre y algunos otros amigos le ayudaron para que pudiese ganar algún dinero con las publicaciones que hacía en las revistas Mês Modernista, Ariel y el Diário da Noite. La situación comenzó a mejorar en 1935 cuando fue designado superintendente de las escuelas secundarias. En 1938 regresó al Colegio Pedro II para enseñar literatura universal y en 1943 ingresó a la Universidad de Brasil como profesor de literatura latinoamericana. Bandeira publicó varias antologías, incluyendo A presentação da poesía do Brasil (1946). Su Literatura hispanoamericana apareció en 1949 y su crítica literaria fue recogida en De poetas e de poesía en 1954. Sus traducciones de Macbeth de Shakespeare (1956) y de la María Estuardo de Schiller (1955) fueron llevadas al teatro con éxito. Su autobiografía, Itinerário de Pasárgada, fue publicada en 1954. Bandeira fue electo miembro de la Academia Brasileña de Letras en 1940, y recibió el Premio de Poesía del Instituto de Estudios Brasileños en 1946. Regresó a Europa en 1957, luego de una ausencia de casi cuarenta años, y visitó Holanda, Inglaterra y Francia. Tradujo también La machine infernale, de Cocteau (1956); June and the Peacock, de O’Casey (1957) y The Rain Maker, de Nash (1957). La Obra Completa de Bandeira fue publicada en dos extensos volumenes en 1958. En español ha sido parcialmente divulgada en las traducciones de Juan Manuel Inchauspe y Gabriel Rodríguez: Poesía nuestra, Caracas, 1978, y Washington Delgado: Poesía, Lima, 1978, con un prólogo de Luis Alberto Sánchez. Véase Cándido, Antonio; De Assis Barbosa, Francisco y De Holanda, Sergio Buarque : prólogos a Poesía e prosa de Manuel Bandeira, Rio de Janeiro, 1958.
2. Traducción de Juan Manuel Inchauspe.
3. En algunos de esos poemas se refiere a su enfermedad, como en Pneumotórax:
Fiebre, hemotitis, disnea y sudores nocturnos
La vida entera que podía haber sido y no fue.
Tos, tos, tos.
Mando llamar al médico:
-Diga treinta y tres-.
-Treinta y tres. . . treinta y tres. . . treinta y tres. . .-
-Respire-.
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-El señor tiene una perforación en el pulmón izquierdo y el pulmón derecho infiltrado-.
-Entonces, doctor, ¿no es posible intentar un pneumotórax?-
-No. Lo único que se puede es cantar un tango-.
(Traducción de Gabriel Rodríguez)