El amor preside Trilce. Unas veces como sexo, otras como sensaciones, sentimientos, refugio ante la soledad, o como expresión de fracaso, de remordimiento, de lo aberrante. La mítica presencia de la madre está en el horizonte inalcanzable del amor filial y del pasado, vivido como una inmediata realidad que no termina; las mujeres amadas en la niñez y adolescencia son presencias inmediatas o sombras simbólicas donde reposa el frustrante deseo de comunión:
En el rincón aquel, donde dormimos juntos
tantas noches, ahora me he sentado
a caminar. La cuja de los novios difuntos
fue sacada, o tal vez qué habrá pasado.
Has venido temprano a otros asuntos
y ya no estás. Es el rincón
donde a tu lado, leí una noche,
entre tus tiernos puntos
un cuento de Daudet. Es el rincón
amado. No lo equivoques.
Me he puesto a recordar los días
de verano idos, tu entrar y salir,
poca y harta y pálida por los cuartos.
En esta noche pluviosa,
ya lejos de ambos dos, salto de pronto. . .
Son dos puertas abriéndose cerrándose,
dos puertas que al viento van y vienen
sombra a sombra
(XV )
Un año después publica la novela Fabla salvaje (1923) donde anuncia uno de los motivos de Poemas Humanos (1939). Balta Espinar sufre de alucinaciones y desengaños; se ve en el espejo y descubre en el reflejo a Otro; oye pisadas y respiraciones tras de sí cuando no hay nadie; cree que su mujer ama a otro, y así hasta el suicidio. En Poemas humanos el hombre aparece visitado por un doble; es un ser que aspira a la unidad pero está condenado a una dualidad que termina en la destrucción y desintegración del ser. En estos poemas, de gran variedad técnica y virtuosismo, estamos sometidos no sólo a múltiples fragmentaciones sino a la multiplicación de ellas; vivimos en el inicio de un proceso que parece no tener fin: aplastados por la vida, obsedidos por el horror a la muerte, la experiencia es apenas una progresiva desmoralización de nuestra personalidad. Textos en los cuales aun cuando se perciba cierto goce en la composición de su singular musicalidad, con dureza, humor y dolor tratan del sufrimiento físico y mental de un ser que con sabiduría crece desde el fondo de sí, elusivo y cambiante. Los motivos fluyen uno tras otro con la amarga imaginación de un alma impotente que varía los rumbos, unas veces políticos, otros filosóficos, pero siempre elegíacos de alguien que sabiéndose morir, sabiéndose perdido, es todavía capaz de transformar su dolor en celebración:
Me gusta la vida enormemente
pero, desde luego,
con mi muerte querida y mi café
y viendo los castaños frondosos de París
y diciendo:
Es un ojo éste, aquél; una frente ésta, aquélla . . . Y repitiendo:
¡Tanta vida y jamás me falla la tonada!
¡Tantos años y siempre, siempre, siempre!
Dije chaleco, dije
todo, parte, ansia, dije casi, por no llorar.
Que es verdad que sufrí en aquel hospital que queda al lado
y está bien y está mal haber mirado
de abajo para arriba mi organismo.
Me gustará vivir siempre, así fuese de barriga,
porque, como iba diciendo y lo repito,
¡tanta vida y jamás! ¡Y tantos años,
y siempre, mucho siempre, siempre, siempre!
(Hoy me gusta la vida mucho menos, fragmento)
Dieciséis años separan a Trilce de Poemas Humanos. En ese periodo Vallejo vivió en París en condiciones penosas, pobre y enfermo, al tiempo que se fue sumergiendo -- con la ayuda de su nada saludable esposa--, en el marxismo y las alucinantes ofertas de amor universal que debieron recordar al poeta los ofrecimientos de hermandad cristiana oídos en la niñez de boca de sus padres y los sacerdotes. Vallejo más que un rebelde de partido fue un escritor subversivo como muchos otros artistas latinoamericanos de hoy, como Cortázar, como García Márquez. Su lucha frontal fue contra la pobreza de la tradición de la lengua y logró romper sus tejidos anacrónicos. Sus protestas fueron siempre desinteresadas y los viajes que hizo a la Rusia de Stalin los costeó él mismo. La vida en París no fue en vano. El París de Vallejo no fue el de los placeres mundanos y de la frivolidad sino la capital del sufrimiento y el dolor de los hombres de entre guerras.
La Guerra Civil Española (1936-1939), donde murieron unas 800.000 mil personas de variada condición, sacudió a Vallejo, quien tomó parte en varios comités antifascistas y viajó a España en dos ocasiones durante la contienda. En la última visita decidió redactar un libro de poemas sobre la tragedia, España, aparta de mí este cáliz, publicados inicialmente en la revista Hora de España, en noviembre de 1938 y a raíz del fallecimiento del poeta. Son diecisiete textos, algunos extensos, otros discursivos, los más, breves y alucinados gritando a voz en cuello su dolor por los sucesos. En uno de ellos, (III ), traslada al poema el habla de un hombre del pueblo, Pedro Rojas, con las palabras plenas de errores ortográficos y la vida cotidiana dando alma: Pedro Rojas escribía en el aire, con el dedo, su grito y su firma, pero por ser casi analfabeta se equivocaba: ¡Viban los compañeros!, decía y escribía. Afectado por la sospecha del paulatino fracaso de la causa de España Vallejo cayó en cama unas seis semanas antes de morir. Al agonizar deliraba con España. Sus últimas palabras fueron «España-me voy a España».
César Valle nació en una pequeña aldea de los Andes peruanos, a tres mil ciento quince metros sobre el nivel del mar, en el seno de una extensa familia de mestizos descendientes de dos sacerdotes españoles y dos indígenas peruanas. Sus padres quisieron hacerle sacerdote. Fue educado en Santiago del Chuco y el Colegio San Nicolás de Huamachuco, pueblo vecino, y decidió estudiar ciencias en la Universidad de San Marcos en Lima. Concluyendo que ésta última no era para él se trasladó a la Universidad de la Libertad en Trujillo, donde impresionado por las ideas de Marx, Darwin y los racionalistas hizo parte de un grupo de intelectuales preocupados por la explotación del indio, entre quienes figuraban Antenor Orrego y Víctor Raúl Haya de la Torre. Durante un tiempo enseñó en el Colegio Nacional de San Juan, publicando sus poemas en periódicos y revistas de Lima y otras partes. Era un joven apasionado e infeliz en el amor e incluso intentó suicidarse. En 1918 regresó a la Universidad de San Marcos para hacer un año de estudios de abogacía, ingresó al grupo vanguardista Colónida y publicó su primera colección de poemas. En 1920, mientras visitaba a su madre en Santiago del Chuco fue arrestado y puesto en prisión por ciento doce días acusado de incendiario. En la cárcel escribió constantemente, y esos poemas y otros fueron reunidos en Trilce (1922), cuya publicación fue financiada con el dinero de un premio que había ganado en un concurso de cuento. En 1923, sin dinero alguno, al reabrirse el proceso en su contra, desolado por la muerte de su madre y la fría recepción que se dio a Trilce partió para Francia. Vallejo ingresó al partido comunista, visitó la Unión Soviética en 1928, y regresó un año después con su joven esposa bretona, Henriette Philipard, luego de haber conocido a Vladímir Mayakovski y otros artistas soviéticos. Expulsado por razones políticas de Francia en 1930, se mudó a Madrid donde escribió Rusia en 1931, reflexiones al pie del Kremlin (1931), un recuento de su viaje; la novela El tungsteno (1931), sobre la explotación de los obreros en Perú y un drama titulado Lockout (1930). En España frecuentó a los miembros de la Generación de los veintes, a Alberti, Lorca, Cernuda, Salinas y Bergamín. Volvió a Francia en 1932, pero con el estallido de la Guerra Civil Española (1936-1939) se sintió obligado a regresar y allí escribió en 1937 los poemas reunidos luego de su muerte bajo la seña de España, aparta de mi este cáliz (1940). Enfermo de gravedad va rápidamente a Francia donde murió al año siguiente a la edad de cuarenta y seis años, en el Hôpital Broca del Boulevard Arago. La causa de su muerte fue diagnosticada como una mezcla de tuberculosis, infección intestinal y malaria, pero lo cierto es que murió de hambre. Su Obra completa, con edición facsimilar de algunos de sus libros y con un prólogo de Américo Ferrari fue publicada en Lima, en 1968.
Fue el más raro e inimitable de los poetas latinoamericanos del siglo XX.