Los Nadaístas, como han explicado sus historiadores, usando signos externos, dieron rienda suelta a su pretendida rebeldía mediante el uso de lenguajes obscenos y actos vulgares y sacrílegos, que hicieron tomar conciencia a los más jóvenes y a la rancia militancia liberal, de los males que vivía el país. Palabras como culo, pedo, cuca, vómito, miaus, puta, marica, cacorro, lameculos, etc., y actos como pisar hostias y profanar templos, elogios al fútbol, los estupefacientes, el pillaje y el bandidismo, el ciclismo y la orientadora política del doctor Carlos Lleras Restrepo a quien Gonzalo Arango calificó como “el poeta de la acción”, fueron de inmediato acogidos con enorme entusiasmo y fervor por periódicos como El Colombiano y El Espectador, seguros, como estaban sus editores, que con la fusión de tan revolucionarias diatribas y actuaciones, aliviaban del dolor y el hambre cotidianas a los millones de colombianos que morían bajo las balas oficiales y los bombardeos de los campos. El Nadaísmo, qué duda cabe hoy, fue el único bálsamo de los pobres y los intelectuales colombianos durante los años iniciales de ese gran invento del liberalismo y su gran ideólogo, el doctor Lleras Camargo que fue la Dictadura del Frente Nacional.

Intelectualmente, el Nadaísmo contribuyó de manera definitiva a que los colombianos y sus jóvenes ignoraran hasta ahora los esfuerzos que habían veñido haciendo, un puñado de exiliados al interior del país, por hacer de Colombia una nación moderna y democrática. Ese grupo se llamó a si mismo Generación de Mito, y su gestor fue un poeta cucuteño llamado Jorge Gaitán Duran. Durante más de un lustro Gaitán y sus amigos publicaron una de las revistas más lucidas que se haya impreso en el continente, apenas comparable a Sur de Buenos Aires, Laye de España o Contemporáneos de México.

Con recordar que en su comité patrocinador estaban Borges, Aleixandre, Paz, Drumond de Andrade y que allí se difundieron las obras de Sartre, Camus, Bataille, Reyes, García Márquez y otro puñado de libertarios del siglo XX, basta para establecer una diferencia con los actos y escritos de los Nadaístas.

Que la obra de los hombres y mujeres de Mito no podía ni puede ser divulgada aún entre los colombianos, lo demuestran estas palabras de Jorge Gaitán Duran, en  La revolución invisible:
“No podía esperarse otra cosa de un ambiente en donde para hacer carrera hay necesidad de cumplir inexorablemente ciertos requisitos de servilismo, adulación e hipocresía y donde ingenuamente las gentes confunden estos trámites, esta ascensión exacta y previsible, con la política. Sin duda el fenómeno del arribismo se produce en todas partes y no sólo en el ajetreo electoral, sino también en la vida económica y en la vida cultural, pero aquí ha tomado en los últimos tiempos características exacerbadas y mórbidas, cuyo estudio sería interesante y tendría quizás que empezar por la influencia que la aguda crisis de estructura del país y consiguientemente de los partidos políticos ejerce sobre el trato social, sobre la comunicación en la existencia cotidiana. Resulta significativa la frase que un político de las nuevas generaciones usa a menudo: Voy a cometer mi acto diario de abyección, fórmula que exhibe la decisión -en otros casos furtiva, de obtener a todo trance un puesto de ministro, de parlamentario, de orientador de la opinión pública, en fin, de ser alguien, de parecer. Su humor es una coartada: intenta cubrir el desarrollo ético con el confort ambiguo y efímero del lenguaje. Se trata de un solerismo ciego y satisfecho, cuyos objetivos dependen de algún destino ajeno e imperial. El oportunismo de Julián Sorel es lúcido, torturado, solitario y más eficaz a la larga. En nuestra América el héroe empeñoso de Rojo y Negro hubiera llegado a ser presidente de la república.”