XAVIER VILLAURRUTIA

Xavier Villaurrutia (México, 1903-1950) [1], perteneció a la generación Contemporáneos  (1928-1931), nombre de la revista donde se congregaron, entre otros, Jorge Cuesta, Bernardo Ortíz de Montellano, José Gorostiza, Samuel Ramos, Jaime Torres Bodet, Carlos Pellicer, Salvador Novo y Gilberto Owen, renovadores de la literatura en el momento en que el Modernismo y sus epígonos fallecían.

Paralela a esta generación surgió la más notable promoción de pintores del siglo: Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, que exaltaron, de varias maneras, la Revolución y el pueblo mexicano. Como los Contemporáneos , los pintores habían vivido en su niñez las atroces experiencias de violencia y crímenes revolucionarios; durante la juventud fueron testigos de la corrupción de los líderes, y en la madurez, de la transformación de la Revolución en plutocracia. Sin embargo, sólo los escritores, al menos en la superficie, descreyeron de los revolucionarios y sus programas. De allí el aislamiento a que se sometieron, así todos gozaran, en varios episodios, de empleos del gobernante de turno. Pero el mundo privado, habitado por los fantasmas de la pasión, el sueño y la muerte, fue su ámbito único y real. Eran los ausentes ciertos. Todos terminaron por vivir en recintos que parecían escenografías de películas «art noveau». Para soportar la realidad construyeron mundos de cartón piedra a su alrededor. De ahí que en la poesía de varios de ellos, en especial en Gorostiza y Villaurrutia, el mundo de fuera, la gente, el gobierno, las calles, incluso la intimidad sea ausencia, espejismo.

Los Contemporáneos  se ocuparon no sólo de la poesía y la pintura sino en especial del teatro, que gozó de explendor, la música, la filosofía y el periodismo. Buscando, de manera intencionada y consciente, un nuevo lenguaje que desnudara, inventando, la nueva realidad que necesitaban, primero hicieron un arte abstracto y vanguardista para terminar adentrándose en los vericuetos de sí mismos y expresar los dramas de sus vidas. Ramón López Velarde, maestro por excelencia de los poetas del grupo, no había logrado, a pesar de su desconfianza ante el lenguaje «modernista», llegar a una poesía, digamos «pura», como quisieron inicialmente los Contemporáneos.

A pesar de haber escrito un buen número de poemas, dramas, crónicas, ensayos y narraciones, Villaurrutia goza de lectores gracias a los pocos poemas que componen Nostalgia de la muerte  (1938, 1946) y a un cuento largo o argumento de novela, Dama de corazones (1928).

Desde los primeros poemas, entre el juego y la frivolidad que los caracterizan aparece el tema central de su poesía: la muerte. En esos tanteos es entendida común y corrientemente, como el fin apenas. Luego va convirtiéndose en la sustancia de la vida misma. «El hombre, —escribió—, es un animal que puede sentir nostalgia, echar de menos aun su muerte, que vive y experimenta en formas muy misteriosas». Viendo en el mundo y los objetos singulares virtudes, como hacía en Montevideo al tiempo Felisberto Hernández, fue creando una poesía pictórica, de contornos que iluminan las sombras de sus poemas, mostrando  «otro mundo» de seres, sonidos, luz y sensaciones que los otros mortales no veían. Los mejores poemas de Villaurrutia son la elegía de un cosmos de extraños signos, testimonios y posturas. Un viaje al más allá de los sentidos, hacia la materia del misterio que las palabras atesoran y devuelven. Una furiosa penetración en el alma de las cosas.

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1. Nació en la capital mexicana donde inició estudios de abogacia que luego abandonaría para dedicarse a la literatura. Sus primeros poemas están fechados en l919. En 1935-36 estudió en Yale dramaturgia gracias a una beca Rockefeller. Diez años más tarde era profesor de la escuela de arte dramático de México, y escribía reseñas y artículos para Letras de México y El Hijo Pródigo, que en 1948 premió su poema Canto a la primavera. Fue un activo dramaturgo y crítico. Entre las piezas de teatro que mejor fueron recibidas figuran Invitación a la muerte (escrita en 1940), La hiedra (montada en 1941) y La mujer legítima (1942). Sus Obras han sido publicadas en México en 1953 con un prólogo de Alí Chumacero y bibliografía de Luis Mario Schneider. Ver: Batis, Huberto: Vida-amor-muerte en los Nocturnos de Xavier Villaurrutia, en Revista Mexicana de Literatura, nºs 3-4, México, 1964; Icaza, Alfonso: Villaurrutia y el sentimiento de la muerte, en Revista de América, Bogotá, junio, 1951; Pacheco, José Emilio: Presencia de Xavier Villaurrutia, en Universidad de México, nº 4, México, 1960; Paz, Octavio: Xavier Villaurrutia en persona y en obra, México, 1978; Xirau, Ramón: Presencia de una ausencia, en Tres poetas de la soledad, México, 1955.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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