A finales de la Guerra Civil Española fue publicado, en un viejo monasterio cerca de Gerona por los miembros del Ejército del Este bajo la dirección de Manuel Altolaguirre, España en el corazón. Himno a las glorias del pueblo en la guerra (1938). Es uno de los libros con más rara historia. Su papel fue fabricado con trozos de banderas enemigas y ensangrentados uniformes bajo continuos bombardeos; los pocos ejemplares que lograron salvarse fueron conservados por sobrevivientes que cruzaron la frontera francesa. Quizás como ningún otro acontecimiento de su vida, la Guerra Civil Española marcó el alma del poeta. De allí que el tono de este libro sea, más que ideológico, personal, de odio y rencor contra aquellos que le arrebataban a sus amigos, a Federico García Lorca y las ciudades españolas, Madrid, que tanto amó:

Generales
traidores:
mirad mi casa muerta,
mirad España rota:
pero de cada casa muerta sale metal ardiendo
en vez de flores,
pero de cada hueco de España
sale España,
pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos,
pero de cada crimen nacen balas
que os hallarán un día el sitio
del corazón.

Preguntaréis por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?

Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!

***
Un plato para el obispo, un plato triturado y amargo,
un plato con restos de hierro, con cenizas, con lágrimas,
un plato sumergido, con sollozos y paredes caídas,
un plato para el obispo, un plato de sangre de Almería.

Un plato para el banquero, un plato con mejillas
de niños del Sur feliz, un plato
con detonaciones, con aguas locas y ruinas y espanto,
un plato con ejes partidos y cabezas pisadas,
un plato negro, un plato de sangre de Almería.

***
Sí, un plato para todos vosotros, ricos de aquí y de allá,
embajadores, ministros, comensales atroces,
señoras de confortable té y asiento:
un plato destrozado, desbordado, sucio de sangre pobre,
para cada mañana, para cada semana, para siempre jamás,
un plato de sangre de Almería, ante vosotros, siempre.
(fragmentos)

Publicado por primera vez en 1950, Canto general fue durante muchos años uno de sus más celebrados libros. Durante once años fue levantando el extenso texto, formado por las secciones La lámpara en la tierra; Alturas de Machu Picchu; Los conquistadores; Los libertadores; La arena traicionada; América, no invoco tu nombre en vano; El fugitivo; Las flores de Punitaqui; Los ríos del canto; Coral de Año Nuevo para la patria en tinieblas; El gran océano y Yo soy. Bajo la influencia de los muralistas mexicanos, que había conocido y admirado personalmente durante su estadía en aquel país, Diego Rivera, Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, Neruda decide hacer una historia de América teñida de las visiones de amor y odio que por hechos y personajes había configurado en sus cuarenta y seis años: América como campo de batalla entre los nativos, unidos en el amor por la tierra y si mismos, y aquellos que desean y han logrado humillarla y expoliarla. El poema se inicia con el encomio a la tierra y los seres que la habitaban antes del «descubrimiento» y la conquista. De un lado están los aborígenes y aquellos que comprendieron con amor el nuevo mundo: Bartolomé de las Casas, Alonso de Ercilla, San Martín, Bolívar, Lincoln, Martí, el huelguista preso o el ejidario de Sonora. Del otro, los repre­sentantes de la codicia: Colón, Cortés, Rosas, García Moreno, Somoza, Trujillo, la Anaconda Copper Minning o la United Fruit Company. Enfrentamiento que se resolverá a favor de los primeros, siguiendo con este planteamiento las ideas de muchos otros latinoamericanos de su tiempo como Vasconcelos, Mariátegui, González Prada, Haya de la Torre, Ponce, etc., incluso Rodó y el último Darío. Canto general también puede ser leído como una cosmogonía sobre el origen, creación y desarrollo del hombre latinoamericano. Neruda canta a la vida y al triunfo sobre tantas y variadas muertes que nos han amenazado.

Las partes II y XIV son los poemas mejor logrados de toda su producción posterior a la poesía surrealista y amorosa. Invitado por el gobierno de Perú en 1943 Neruda visitó las ruinas de Machu Picchu, la antigua ciudadela preincaica construida a 2.400 metros de altura sobre los Andes, asomada al cañón del río Urubamba. Descubierta en 191l por el arqueólogo Hiram Bingham, es desde entonces símbolo del re­moto pasado abolido, pues ni españoles ni incas parecen haberle conocido. Dos años después de la visita escribió los doce cantos que conforman esta cumbre de la poesía. Cuenta en ellos cómo ha gastado los años de su vida deambulando por los pueblos del mundo, enfermo de soledad y sediento de amor, hallando sólo muerte. Quiere compartir esas muertes y descubre que todos desean apenas morir su triste muerte solos. Entonces asciende a las antiguas ruinas y descubre que no hay mas que una vida y una muerte, ni tuya ni mía, sino de todos, la de la madre del caimán, la del pétalo, la de la flor del agua, la de mil cuerpos negros de lluvia y noche cuya sangre corre por nuestras venas y hablan por nuestras bocas. Un ascenso desde las moribundas ciudades, hasta la ciudad de los muertos, para descender de nuevo a la vida y al futuro.

La intimidad de Neruda con el océano Pacífico le dictó El gran océano, donde reconstruye míticamente la misteriosa Rapa Nui o Isla de Pascua con su estatuaria mohai  labrada en piedra de lava volcánica; establece un diálogo con las profundidades abismales; dedica poemas a los pájaros marinos, a los habitantes de las costas y de los suelos del mar, con una riqueza verbal y conocimiento espléndidos. Neruda habla además de los barcos, los marineros, las piedras y hace el elogio de la noche marina, la otra noche del mundo:

¿Quién eres? Noche de los mares, dime
si tu escarpada cabellera cubre
toda la soledad, si es infinito
este espacio de sangre y de praderas.
Dime quién eres, llena de navíos,
llena de lunas que tritura el viento,
dueña de todos los metales, rosa
de la profundidad, rosa mojada
por la intemperie del amor desnudo.

En 1961 Neruda incorporó a Canto general, Canción de gesta, un poema sobre la revolución cubana, declarando su profesión de fe latinoamericanista y su partidismo por los desposeídos:

Americano soy de padre y madre
nací de las cenizas araucanas,
pues cuando el invasor buscaba el oro
fuego y dolor le adelantó mi patria.
En otras tierras se vestía de oro:
allí el conquistador no conquistaba:
el insaciable Pedro de Valdivia
encontró en mi país lo que buscaba:
debajo de un canelo terminó
con oro derretido en la garganta.
Yo represento tribus que cayeron
defendiendo banderas bienamadas
y no quedó sino silencio y lluvia
después del esplendor de sus batallas,
pero yo continúo sus acciones
y por toda la tierra americana
sacudo los dolores de mis pueblos,
incito la raíz de sus espadas,
acaricio el recuerdo de los héroes,
riego las subterráneas esperanzas,
porque, de qué me serviría el Canto,
el don de la belleza y la palabra
si no sirvieran para que mi pueblo
conmigo combatiera y caminara?

Cientos de poemas y numerosos libros continuaron la labor de Neruda hasta su muerte. Neruda, más que un poeta, es un cosmos, y su exploración corresponderá al río del tiempo. Su trágica muerte, en los primeros días de la sangrienta dictadura de Augusto Pinochet, desmintió a sus detractores: la poesía tenía que seguir estando de parte del hombre.

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6. «En 1934 fue escrito este poema. Cuántas cosas han sobrevenido desde entonces! España, donde lo escribí, es una cintura de ruinas. Ay! si con sólo una gota de poesía o de amor pudiéramos aplacar la ira del mundo, pero eso sólo lo pueden la lucha y el corazón resuelto. Una gota de sangre caída en estas líneas quedará viviendo en ellas, indeleble como el amor». En, Las furias y las penas, Santiago, 1939, pg., 27.