Canção do exílio, escrito durante los días estudiantiles de Coímbra, es otro de sus famosos y populares poemas. El sentimiento de la nostalgia de la patria está expresado con una serenidad, entonces novedosa, en virtud de una fuerza emotiva y musical debida, en parte, al paralelismo, encadenamiento, las rimas y la segura elección de las palabras-temas: terra, sabiá, palmeiras. Canção do exílio  representa bien su ideal literario: belleza en simplicidad; ausencia del adjetivo; búsqueda de la expresión de tal manera justa que otra sería imposible. La fuerza de O mar reside en esa la capacidad suya de organizar sugerencias del mundo exterior mediante representaciones plásticas y musicales. Mejor que Heredia o Echeverría, un misterioso discernimiento del mundo visible le lleva a crear otros mundos ocultos, inasequibles a los sentidos, apenas al alcance en una percepción trascendente e inexplicable de colores, sonidos y perfumes.

Luego del éxito alcanzado con Canção do exílio y los otros cuatro poemas indianistas de Primeiros Cantos, - dos de ellos: O cante do Piaga y O Morro do Alecrim en defensa de los nativos contra la usurpación de los invasores blancos- Gonçalves Dias compuso Tabira, incluido en los Segundos Cantosy los siete de los Ultimos Cantos, entre los cuales se destaca la pequeña epopeya, I-Juca-Pirama, como la producción más importante de la musa indian­ista, y finalmente, el gran poema Os Timbiras, del cual solo conocemos los cuatro primeros cantos, editados en 1857.

La peregrina idea del «buen salvaje» fue una invención tópica de los ilustrados europeos en lucha contra los absolutismos y sus sociedades «artificiales», jerárquicas y autoritarias. Uno de los primeros polemistas en dar credibilidad a la «bondad natural» de los primitivos del Nuevo Mundo fue Montaigne en su artículo Des cannibales. Rousseau predicaría en Emilio las virtudes de los naturales para atacar la decadencia, malicia e hipocresía de sus contemporáneos, y su «inocencia» contra la tiranía y depravación de los nobles. Y así hasta llegar a Chateaubriand, cuyas ideas liberales de amor por la naturaleza y búsqueda de los orígenes le llevarían a creer que los naturales de América eran la encarnación misma del hombre -inocente y noble- que había sido pervertido por las groseras costumbres citadinas y burguesas.

Para estos iluminados, América, antes de las invasiones europeas, era un paraíso terrenal, sin lucha de clases.

Siendo «el buen salvaje» un producto europeo, en Brasil, a diferencia de varios de los otros países del continente, los naturales fueron, hasta bien entrado el siglo XVIII, parte sustancial de la nacionalidad. Debido a la escasa presencia del elemento peninsular, la lingua geral, tupí mezclado con portugués, dominó durante la colonia, hasta que la acción beligerante de los bandeirantes la extrañó al interior el país, mientras en las costas aparecía otra lengua, esta vez resultado del encuentro del tupí con los dialectos africanos. Tupí or not Tupí sería, para los Modernistas de 1922, una consigna nacional.

Uno de los elementos de la lucha contra la pretendida superioridad de Portugal fue el indianismo, hasta el punto que Pedro I, al elegir un nombre para ingresar a la logia masónica se hiciera llamar Guatemozim. Antes de la aparición del «buen salvaje» romántico, los cuentos populares habían hecho del caboclo, el mestizo de blanco e indio, el héroe nacional que lucha contra la imposición de una «civilización» importada por los «marineros», o portugueses. En esa tradición, que llegaba en su tiempo hasta Gonçalves de Magalhães, bebió Gonçalves Dias para producir sus poesías americanas. Pero él mismo era un caboclo y había conocido y amado directamente los nativos durante su infancia en Caixas, y luego dedicaría uno de los trabajos etnográficos al asunto: O Brasil e a Oceanía

No siendo el tema indianista una originalidad de Gonçalves Dias, su prestigio hay que buscarlo en su arte y en el realismo con el cual vio las luchas y ser de los nativos como modelos de la nacionalidad. Lo que había sido moda, prosaica y flácida, desde los arcades hasta Gonçalves de Magalhães, en él será materia humana, universal por poética, haciendo del deslumbramiento europeo ante el Nuevo Mundo, de los rasgos pintorescos del romanticismo, sumados al medievalismo y fantasías etnográficas de su imaginación, una novedosa convención lírica. Así pudo hacer del tópico indigenista, -con espontaneidad y sin intenciones doctrinarias, adecuando los metros, multiplicando los ritmos, inventando armonías y afinando el verso blanco de acuerdo con las necesidades que demandaban la psicología de sus personajes nativos-, un sentimiento nacional verdadero, bello, palpitante y convincente, como aparece en sus mejores producciones del género: I-Juca-Pirama, Leito de Folhas verdes y Os Timbiras.

En el drama I-Juca-Pirama, «El que debe morir», el héroe de los tupís ha caído prisionero de los timbira y es condenado al suplicio de empalamiento. Cuando la condena está a punto de cumplirse pide una última gracia: quiere volver junto a su anciano padre ciego para cuidarle en sus postreros días. El jefe timbira, más por desprecio que por piedad, le despacha con insultos. Y-Juca-Pirama va junto a su padre, pero el viejo indígena, al saber el precio de la libertad de su hijo, le acompaña de nuevo donde los timbira y rechaza el indulto concedido. I-Juca-Pirama desafía entonces a uno de los jefes timbira, mostrando tanto valor, que los enemigos le llevan al triunfo y al final le hacen jefe de la tribu.

Gonçalves Dias introdujo en este poema un recurso inesperado y tremendamente eficaz: I-Juca-Pirama, siendo un bravo guerrero, al saber que con su muerte su padre no tendrá compañía en sus males, entona un lamento que rompe con las convenciones de heroísmo típicas de la literatura de su tiempo, y sin condescender con la expectativa de valentía inquebrantable, introduce al poema un abatimiento que se realza, por contraste, con la dramática maldición del viejo padre. La rotación sicológica del poema, los diálogos esculpidos y enérgicos, las alternancias de asombro y exaltación, se realizan de modo impecable en la estructura melódica con movimientos marcados por las variaciones del ritmo y amparados por el escogencia de los vocablos. I-Juca-Pirama tiene una configuración plástica y musical que le acerca al baile. Una danza de la poesía, con escenario, partitura y riquísima coreografía, atado todo por la poderosa voz lírica de Gonçalves Dias.